sábado, 14 de abril de 2018

La libertad es algo más que una ilusión - DiarioMedico.com

La libertad es algo más que una ilusión - DiarioMedico.com

RESONANCIA INFORMATIVA

La libertad es algo más que una ilusión

El determinismo neurocientífico piensa que el libre albedrío es un fantasma accionado por el cerebro.
por José Ramón Zárate. Subdirector de DM   |  14/04/2018 09:00
 
 
Cerebro
El 1 de agosto de 1966 el ex marine Charles Whitman, tras matar a su esposa y a su madre, asesinó a 16 personas desde la torre de la Universidad de Texas en Austin. Una vez abatido por la policía, su autopsia reveló un tumor cerebral que presionaba sobre la amígdala, región crucial para la emoción y el control del comportamiento. ¿Hasta qué punto fue responsable de los asesinatos?, se preguntaba en enero pasado en Scientific American el bioético de la Universidad de Harvard Micah Johnson.
Ese mismo mes, en Proceedings of The National Academy of Sciences, un equipo de neurólogos de Harvard dirigidos por R. Ryan Darby presentaba una revisión de 17 casos en los que el comportamiento delictivo fue precedido por una lesión cerebral. Las lesiones se distribuían en diferentes regiones del cerebro. Sin embargo, todas formaban parte de la misma red funcional, un circuito neuronal que coopera entre sí en tareas cognitivas específicas. Curiosamente, esta "red asociada a la criminalidad" está relacionada con redes previamente vinculadas con la toma de decisiones morales.
Micah Johnson recuerda los dos componentes específicos de la psicología moral: la teoría de la mente y la toma de decisiones basada en el valor. La primera se refiere a la capacidad de comprender los puntos de vista, creencias y emociones de otras personas. La segunda es la capacidad de juzgar el valor -bueno o malo- de acciones específicas o sus consecuencias.
  • "Estos raros casos de disfunción nos permiten ver que nuestros cerebros sanos nos otorgan facultades notables para actuar libremente"
Las cartas escritas por Charles Whitman en la víspera de su locura asesina proporcionan una ventana escalofriante a una mente que pierde la capacidad de discernir este valor: "Después de pensarlo mucho, decidí matar a mi esposa, Kathy... Ella ha sido para mí tan buena esposa como la que desearía cualquier hombre. No puedo señalar ninguna razón específica para hacer esto". ¿Estaba actuando por su propia voluntad? ¿Debería ser moralmente responsable de sus acciones y por tanto culpable ante un tribunal? ¿Deberíamos verlo como paciente, asesino o como ambos?
Para algunos científicos, la neurociencia muestra que "el libre albedrío, como normalmente lo entendemos, es una ilusión". Pero estos argumentos, añade Johnson, dependen de una concepción defectuosa de la libertad: no debe entenderse como una misteriosa capacidad para causar acciones separadas de nuestra actividad cerebral. De hecho, el libre albedrío requiere ciertas conexiones entre el cerebro y las decisiones y acciones. Después de todo, "el cerebro es la base biológica de nuestra identidad, alberga nuestros recuerdos, valores, imaginación, capacidad de razonar"; en otras palabras, todo lo necesario para decidir y actuar voluntariamente.
La pregunta es si una lesión neurológica perjudica o disminuye el libre albedrío. Para cargar responsabilidad moral y culpa legal, hay que evaluar cada caso a la luz de la amplia gama de factores, más allá de las lesiones neurológicas, que influyen en el comportamiento. Investigaciones anteriores han mostrado que una conducta delictiva se ve afectada, pero no dictada, por la genética, el maltrato infantil, la baja autoestima durante la adolescencia, la falta de apoyo de los padres, las penurias sociales y económicas y la discriminación racial.
  • "¿Es una prueba de su libertad o de su condicionamiento neuronal?"
Habría que preguntarse cómo influyeron en Charles Whitman su padre, extraordinariamente estricto, o su fascinación por las armas de fuego desde pequeño. "El comportamiento humano es complejo y una lesión cerebral no es necesaria ni suficiente para cometer un delito: después de todo, 700.000 personas padecen tumores cerebrales cada año en Estados Unidos; y unas 800.000 personas sufren ictus", y no a todos se les ocurre disparar a los peatones. "El hecho de que la violencia puede ser un síntoma de enfermedad cerebral no muestra que el libre albedrío sea una ilusión, sino que esa libertad puede dañarse al igual que otras capacidades humanas. Estos raros casos de disfunción nos permiten ver más claramente que nuestros cerebros sanos nos otorgan facultades notables para imaginar, razonar y actuar libremente".
El riesgo de la neurociencia moderna es su sesgo cientificista, con inconsistencias metodológicas y resultados contradictorios en sus estudios, denunciaba el mes pasado en American Journal of Bioethics-Neuroscience Veljko Dubljevic, profesor de filosofía y ética de la neurociencia en la Universidad Estatal de Carolina del Norte. Citaba el conocido estudio del neurólogo de la Universidad de California Benjamin Libet, en la década de 1980, que registró la actividad cerebral en voluntarios a los que se pidió que realizaran una tarea específica (presionar un botón que tenían delante). Libet observó que la actividad cerebral precedía (potencial de preparación) a las acciones de una persona antes de que decidiera actuar. El libre albedrío sería fruto de la neuroquímica, no de la mente consciente.
En septiembre pasado la revista Big Questions recogía una intervención del neurocientífico del University College de Londres Patrick Haggard, que colaboró con Libet, en la que se preguntaba: "¿Cómo sabemos que no se trata simplemente de un ruido neuronal aleatorio que hace que la persona tenga ganas de presionar el botón? El problema es que cuando estudiamos el potencial de preparación estamos haciendo un muestreo sesgado. Esperamos hasta que la persona presiona el botón y luego vemos lo que ocurrió antes". Los ensayos más sofisticados de Haggard, que se inclina también al determinismo, han comprobado que el experimento de Libet no mide una acción humana verdaderamente libre y que el patrón neurológico suele ser más desordenado. La libertad funcionaría en concierto con impulsos decisionales precursores.
La revisión cualitativa de Dubljevic y su equipo sobre el estudio de Libet y otros similares -48 en total, de 1983 a 2014- concluye que los resultados distan mucho de ser aclaratorios. "Parecen conducirse por la posición metafísica del autor o autores, no por un análisis cuidadoso de los resultados". ¿Es una prueba de su libertad o de su condicionamiento neuronal? Dubljevic añade que "es crucial examinar críticamente si los métodos utilizados respaldan las afirmaciones que se hacen". Fomentar el determinismo "aumenta la probabilidad de que las personas no se sientan responsables de sus acciones si creen que fueron predeterminadas. No estamos tomando una posición sobre el libre albedrío. Simplemente estamos diciendo que la neurociencia no ha demostrado definitivamente nada de una manera u otra".

No hay comentarios:

Publicar un comentario