jueves, 31 de octubre de 2013

Lo último en fármacos adelgazantes: las incretinas | Sociedad | EL PAÍS

Lo último en fármacos adelgazantes: las incretinas | Sociedad | EL PAÍS

Lo último en fármacos adelgazantes: las incretinas

Una molécula sintética que imita a dos hormonas naturales reduce el sobrepeso y la diabetes

Todor Tsvetkov (getty)

 
 
Una molécula sintética que imita a una hormona natural llamada incretina es capaz de reducir el peso y la diabetes tanto en monos como en humanos. Las incretinas naturales se hallan en el intestino y sirven para estimular la secreción de insulina por el páncreas después de las comidas. Brian Finan y su grupo del Centro Helmholtz de Munich, junto a colegas de Estados Unidos y Suecia han obtenido buenos resultados en un estudio con 53 personas que padecen obesidad y diabetes. Lo presentan en Science Translational Medicine, la subsidiaria de la revista Science dedicada a las investigaciones con probable o inmediata aplicación clínica.

La lenta pero continua subida de la esperanza de vida en los países occidentales no es una noticia tan buena como podría parecer. Se debe sobre todo a los parches, procedimientos o artefactos que prolongan la vida tras el infarto, que además de caros resultan a menudo paradójicos o estériles, pues rara vez devuelven al paciente la calidad de vida que tenía antes del ataque. Los cardiólogos, los oncólogos y los neurólogos conocen una metodología mucho más poderosa y revolucionaria para prolongar la vida: mantenerse delgado. El problema es que eso suele implicar pasar hambre y penalidad, y por lo visto hay quien prefiere el infarto, el cáncer o la enfermedad neurodegenerativa a esa travesía del desierto, a ese enterrarse en vida en la flor de la mediana edad.

Esta es, en el fondo, la razón de que buena parte del esfuerzo investigador de la Big Pharma se centre en los fármacos adelgazantes. La cuestión va mucho más allá de la estética (aunque la estética por sí sola ya podría generar un buen mercado). El sobrepeso y la obesidad son la verdadera bestia negra de la medicina contemporánea: la causa directa del desorden metabólico y la diabetes, y a partir de ahí de casi todos los jinetes del apocalipsis de nuestro mundo, incluidos el infarto, el ictus y muchos cánceres y enfermedades degenerativas.

Las razones estéticas por sí mismas generarían un buen mercado

En el nuevo trabajo sobre las incretinas, nueve de los 33 autores son científicos de la multinacional Hoffmann-La Roche, con sede en la ciudad suiza de Basilea.

“La gestión de la obesidad y sus consecuencias, especialmente la diabetes de tipo 2 (la que surge en el adulto como consecuencia de los excesos en la ingesta), mediante campañas para cambiar el estilo de vida suele fracasar por varias razones”, dicen Finan y sus colegas. “Las intervenciones terapéuticas poco invasivas se necesitan con urgencia”. Las incretinas son el fundamento de una de estas estrategias. Y a juzgar por los últimos resultados, una de las más prometedoras.

La clave de la innovación de los científicos centroeuropeos es una molécula mestiza que ha sido capaz de encarnar lo mejor de dos mundos, o de las dos principales incretinas: la GLP (péptido similar al glucagón) y la GIP (polipéptido insulinotrópico dependiente de glucosa). Nombres horribles, pero que quizá tengamos que acabar memorizando. Ojalá.

Los expertos identifican cinco pruebas y tratamientos innecesarios del cáncer | Sociedad | EL PAÍS

Los expertos identifican cinco pruebas y tratamientos innecesarios del cáncer | Sociedad | EL PAÍS


Los expertos identifican cinco pruebas y tratamientos innecesarios del cáncer

Forman parte de la campaña "Elige sabiamente" y han sido analizados por la American Society of Oncology

Pacientes de cáncer reciben tratamiento de quimioterapia en un hospital de EE UU / AP



El cáncer es una enfermedad que, la mayoría de las veces, se trata de forma combinada y que requiere de una difícil decisión por parte de los facultativos y sus pacientes. Existen distintos tratamientos y muchas opciones; algunos son contrastados y otros solo intentos; algunos son nuevos y experimentales, pero hay otros a los que se recurre habitualmente pero que se ha demostrado que no son beneficiosos para los enfermos, según concluye la lista de los cinco tratamientos y pruebas del cáncer cuyo su uso no es beneficioso o no está justificado en algunos casos, publicada esta semana por la Sociedad de Oncología Americana (ASCO, por sus siglas en inglés).

“Cómo médicos tenemos la responsabilidad de dar al paciente el mejor cuidado del cáncer posible. Esto significa que debemos ser responsables y eliminar de estas opciones pruebas que superan en riesgo a los beneficios, y asegurarnos que la elección que hemos tomado es la que refleja la mejor evidencia”, explican en un comunicado.

La primera de las normas establecidas por la ASCO es “no recetar un medicamento contra las náuseas y los vómitos a los enfermos que se están sometiendo a una quimioterapia y que no tiene estos efectos secundarios”. En segundo lugar, la asociación recomienda no usar tratamientos combinados a no ser que el “enfermo necesite un alivio urgente de sus síntomas”.

Usar más de un tipo de quimioterapia, pone como ejemplo la ASCO, para tratar un cáncer de mama con metástasis -que afecta a más órganos- ha demostrado no tener ninguna relación con la supervivencia del paciente. “Por el contrario, puede tener un efecto muy negativo en la calidad de vida del mismo”.

“Recomendamos usar las diferentes quimioterapias de forma secuencial, una tras otra. Salvo en los casos en los que el paciente padece un gran dolor o su enfermedad pone en riesgo su supervivencia; solo entonces, la combinación de tratamientos está justificada”.

Como tercer punto, la ASCO recomienda no utilizar pruebas de tecnología avanzada -como los escáneres, entre otras- para vigilar una posible recidiva en los pacientes que han sido tratados con anterioridad o en aquellos que no presentan ningún síntoma de cáncer. “El uso de estas tecnologías no ha demostrado mejorar ni la supervivencia ni el desarrollo de la enfermedad, y puede ocasionar falsos positivos o exponer al paciente a una radiación innecesaria”, señalan los expertos.

El cuarto punto hace referencia al PSA (análisis del antígeno prostático específico), prueba para detectar el cáncer de próstata y muy polémico en el país debido a la gran cantidad de falsos negativos que arroja, ya que muchos expertos la desaprueban. “Creemos que no se debería someter a esta prueba a un paciente que tenga 10 años de esperanza de vida o menos”, explican. Por último, la ASCO explica que no “hay que usar terapias dirigidas contra un defecto genético específico, a menos que las células tumorales de un paciente contengan un biomarcador que pueda responder positivamente a la terapia”.

Estos tratamientos pueden tener un gran valor, pero sólo cuando se usan para tratar cánceres que son causados por una mutación específica. El uso de estos medicamentos en pacientes sin estos biomarcadores no sólo aumenta el coste de la atención, sino que puede causar efectos secundarios negativos.

La lista, publicada en el Journal of Clinical Oncology, forma parte de la campaña “Elige sabiamente” (Choosen Wisely) que intenta que mejore la comunicación entre facultativos y enfermos a este respecto: “Habla con tu médico acerca del beneficio de las pruebas y tratamientos a los que estás siendo sometido”.

El tratamiento del cáncer de EE UU, a pesar de ser un pequeño porcentaje del presupuesto total dirigido a la salud en el país, se estima que crecerá en los próximos años, pasando de 125.000 millones de dólares en 2011 a 158.000 millones de dólares en 2020. “Nuestra creencia es que los médicos y los pacientes deben participar en una programa que sea sostenible entre los beneficios y las evidencias haciendo del tratamiento el más eficaz posible”, concluyen los autores del informe.

Los expertos identifican cinco pruebas y tratamientos innecesarios del cáncer | Sociedad | EL PAÍS

El gran guerrero contra el sida es un clon | Sociedad | EL PAÍS

El gran guerrero contra el sida es un clon | Sociedad | EL PAÍS

El gran guerrero contra el sida es un clon

Científicos estadounidenses aíslan y clonan un poderoso linfocito que neutraliza el VIH

El sistema, probado con éxito en macacos, proporcionaría una fuente prometedora para tratar a los afectados

Ted Horowitz (age fotostock)

Uno de los avances más prometedores en la lucha contra el sida se ha producido este mismo año: el aislamiento, a partir de personas infectadas con el VIH, de una serie de anticuerpos capaces de neutralizar no solo al virus que los indujo en el cuerpo del paciente, sino también a la mayoría de las cepas virales que circulan por la población humana. Dos trabajos publicados en Nature por científicos de la Universidad de Harvard y los institutos nacionales de la salud, ambos en Estados Unidos, demuestran ahora que ciertas combinaciones de esos anticuerpos reducen de forma drástica la carga viral en macacos infectados. Ambos grupos proponen ensayos clínicos inmediatos en humanos.

Los anticuerpos de amplio espectro contra el sida parecen contradecir la maldición mil veces repetida y comprobada que lastra la investigación sobre una posible vacuna desde hace décadas: que la enorme variabilidad del VIH convierte cualquier respuesta inmunológica contra él en flor de un día, en un éxito siempre relativo por culpa de su fecha de caducidad. Pero la variabilidad de un virus, como también se ha comprobado con la gripe, no es más que una máscara, o una colección de máscaras que confunden al sistema inmune para esconder la verdadera esencia del agente infeccioso: las cosas que son demasiado importantes como para cambiar con esa ligereza, los escurridizos talones de Aquiles del VIH.

 

El VIH en el mundo

• En 2012 vivían con VIH 35,3 millones de personas en el mundo, según los datos de ONUSIDA (la horquilla de contagios oscila entre 32,2 y 38,8 millones)
• Desde el comienzo de la epidemia, se calcula que cerca de 75 millones de personas han contraído la infección.
• Según las últimas directices de la OMS, solo el 34% de las personas que lo necesitan acceden a un tratamiento antirretroviral adecuado.
• Desde el año 2001, las nuevas infecciones han descendido en un 33%. El año pasado, 2,3 millones de personas se infectaron. La tasa de la caída de nuevos contagios fue notablemente superior en niños hasta alcanzar el 52%.
• Las muertes relacionadas con el sida han sufrido una caída del 30% comparadas con los niveles máximos que se alcanzaron en el año 2005. En 2012 hubo en todo el mundo 1,6 muertes vinculadas a la enfermedad.
También han descendido (un 36% desde 2004) las muertes por tuberculosis en personas seropositivas.

Los trabajos encabezados por Dan Barouch, del centro Beth Israel Deaconess de la Facultad de Medicina de Harvard, en Boston, y Malcolm Martin, del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID, uno de los institutos nacionales de la salud norteamericanos), en Bethesda, no utilizan directamente los anticuerpos obtenidos de la sangre de los pacientes; las personas que tienen la fortuna de desarrollar esos anticuerpos protectores son escasas, y su producción de sangre es tan escasa y valiosa como la de cualquier Homo sapiens. En vez de esto, los científicos han utilizado anticuerpos monoclonales, uno de los grandes avances de la medicina contemporánea, que les valió el Premio Nobel en 1984 a sus descubridores, César Milstein y Georges Köhler.

Cuando el virus del sida infecta el cuerpo se inicia una guerra darwiniana: no solo entre las variantes del virus y los glóbulos blancos de la sangre (linfocitos), sino también —o sobre todo— entre unos glóbulos blancos y otros, en un feroz proceso evolutivo donde la célula que produce los anticuerpos más afines por el virus obtiene la recompensa de una mayor tasa de propagación. La tecnología de los monoclonales permite justamente clonar esos linfocitos: hacerlos inmortales y propagarlos cuanto haga falta, incluso a escalas industriales. Esto es lo que Barouch, Martin y los demás han hecho con los raros y valiosos linfocitos de los pacientes privilegiados de sida, los que producen anticuerpos potentes y de amplio espectro contra el VIH.

La eficacia de estos anticuerpos monoclonales se comprobó primero en ratones humanizados (en los que la parte relevante de los genes del sistema inmune se han sustituido por su versión humana), y ahora han superado la última prueba antes de someterse a ensayos clínicos en humanos. Las combinaciones adecuadas de los anticuerpos monoclonales neutralizantes y de amplio espectro han logrado reducir la carga viral hasta niveles indetectables en un ensayo con 18 macacos rhesus que padecían una infección crónica con un virus muy similar al del sida humano: el SHIV, un híbrido del virus humano VIH y de su primo simiesco SIV, considerado por los investigadores el sistema modelo óptimo para preparar el salto a pacientes humanos.

El virus reaparece al tiempo, pero por la reducción en sangre de los monoclonales

En los ensayos con macacos, el virus desaparece rápidamente de la sangre y sigue muy bajo o incluso indetectable semanas o meses después. Y lo que parece aún más importante: cuando el virus vuelve a subir al cabo del tiempo, ello no se debe a que haya mutado a una forma resistente (como ocurre ahora con los fármacos antivirales), sino a que los anticuerpos monoclonales se han reducido demasiado en la sangre; por tanto, basta reinyectárselos al mono para que el virus vuelva a bajar. Los laboratorios de Harvard y de los NIH en Bethesda proponen pasar a los ensayos clínicos en humanos cuanto antes. Creen que sus anticuerpos monoclonales pueden marcar un salto cualitativo en la lucha contra el sida.

“Este tipo de estrategia terapéutica basada en anticuerpos ya se había intentado, pero con unos anticuerpos menos potentes”, explica José Alcamí, jefe de la Unidad de Inmunopatología del Sida del Instituto Carlos III en Madrid, y conocedor de las investigaciones que publica ahora Nature. Alcamí considera que la principal contribución de los nuevos trabajos es haber demostrado el vigor de un anticuerpo muy concreto. “El famoso PGT121”, como lo llama él con toda familiaridad.
El PGT121 fue aislado hace pocos años de un paciente africano infectado de SHIV. No solo se caracteriza por su potencia antiviral y un espectro neutralizante muy amplio contra cepas muy diversas del virus humano, sino también por un modo de acción muy peculiar. Mientras que la inmensa mayoría de sus colegas reconoce pequeños segmentos de proteína en el agente infeccioso, el PGT121 va dirigido contra un tipo completamente distinto de molécula viral (un glicano). Algunos especialistas ven en ello una pista interesante para diseñar los anticuerpos del futuro.

En cierto sentido, el PGT121 es un producto de la más avanzada ingeniería molecular que conocen los científicos terráqueos: la practicada por el sistema inmune para bregar no ya con los virus y bacterias existentes, sino con cualquiera de los que puedan llegar a existir: con cualquiera de las moléculas invasoras concebibles. El mecanismo implica sofisticados sistemas de recombinación genética, selección clonal y mutación somática —cambios de letra en el ADN ocurridos durante la exposición a la enfermedad—, y el cuerpo del paciente africano pasó por todos ellos antes de que los médicos extrajeran el valioso PGT121 de su sangre.

Los investigadores urgen a realizar ensayos clínicos en humanos

Pero, una vez que la naturaleza ha hecho eso una vez, los ingenieros genéticos humanos pueden sacar partido de ello, y también pueden hacer algo todavía mejor: aprender a emular el proceso. Los laboratorios de biología molecular ya han hecho grandes progresos con las técnicas de evolución artificial que imitan claves cada vez más profundas de los engranajes de la naturaleza.

Pero entonces, ¿estaba aquel paciente africano protegido contra el sida de forma natural? “No”, responde Alcamí, “esa es una de las paradojas de todo este asunto; todos estos pacientes de los que se han obtenido los anticuerpos tienen la infección crónica como cualquier otro paciente; el virus desarrolla mutaciones que le permiten escapar”.

En el caso de los nuevos experimentos con macacos, ese no es el caso. El virus, desde luego, acaba reapareciendo en la sangre a los 60 o 90 días del tratamiento con los anticuerpos monoclonales, pero la razón no es que haya mutado a una forma resistente. La razón es, simplemente, que los anticuerpos han desaparecido de la sangre, y basta reinyectarlos para que el virus vuelva a reducirse a niveles indetectables.
Pero el caso es que los pacientes humanos que inventaron esos anticuerpos no son tan afortunados.

¿Por qué? Alcamí apunta una posibilidad: los macacos de los experimentos fueron infectados en primer lugar con un virus clonal: una especie molecular única obtenida de una cepa viral de laboratorio. Y las infecciones de la vida real se componen de virus más diversos: a menudo familiares cercanos, pero variables de todos modos.

 

“Un enfoque original con éxito parcial”

JAIME PRATS
José María Gatell destaca un aspecto por encima de todos los demás en el trabajo que publica Nature sobre una terapia con nuevos anticuerpos monoclonales para combatir el VIH. Subraya el hecho de que en tres monos (el 17% de los participantes del ensayo), una vez retirada la medicación, la presencia del virus se mantuviera en niveles indetectables, lo que supone un éxito. O, en terminología médica, “una curación funcional”. “Es lo más relevante”, comenta este especialista, uno de los médicos e investigadores más destacados en el campo del VIH. “Es novedoso y lo más prometedor”, añade.

A partir de este momento, comienzan los matices al trabajo. En primer lugar, por el poco tiempo de seguimiento observado en los simios, que se limitó a 100 días. “Es un plazo muy escaso”, apunta el también codirector del Hivacat, el proyecto catalán de desarrollo de una vacuna del virus de inmunodeficiencia humana. Quizás no sea suficiente el tiempo transcurrido para poder concluir que existe una remisión del virus hasta situarse en niveles indetectables de forma definitiva.

Gatell advierte de que el enfoque basado en el uso de anticuerpos monoclonales para combatir el virus ya se ha probado en otras ocasiones en humanos, “aunque es verdad que no eran tan potentes”. Entonces “ya se demostró que había una reducción en la presencia del virus”, aunque no se consiguió alcanzar el objetivo de curación funcional que sí refleja el trabajo publicado ahora.

Dado que la mayoría de los macacos tratados sufre un incremento de los niveles del virus una vez suspendido el tratamiento, la terapia con anticuerpos monoclonales debería ser continuada en el grueso de los pacientes, plantea el investigador del Clínic. Algo similar a lo que sucede actualmente con la terapia antirretroviral, que implica un tratamiento crónico para mantener a raya al patógeno. Pero no es lo mismo tomar varias pastillas por vía oral que un cóctel de anticuerpos que, necesariamente, se administra de forma intravenosa.

Gatell apunta que hay trabajos que han recurrido a la terapia génica para esquivar esta molestia y conseguir, en ratones, que sea el propio cuerpo el que genere estos anticuerpos —tras introducir en su ADN un gen capaz de fabricar estos linfocitos clonados—. “Pero ya sabemos los problemas que ha provocado este tipo de ensayos”, comenta el médico catalán en relación a los sonoros fracasos cosechados por esta terapia.

Respecto a la conclusión más sorprendente del trabajo, la curación en el 17% de los casos, no hay precedentes tras la administración de anticuerpos. Para buscar algo similar, habría que acudir a circunstancias excepcionales de pacientes que seguían la terapia convencional. Gatell alude a un trabajo que observó curación funcional en un tipo de enfermos “muy seleccionados”. En concreto, se trataba de personas recién contagiadas. “Era gente con la que se empezó la terapia antirretroviral pocos días después de la infección, y no se habían establecido aún los reservorios [las células infectadas que permanecen en estado latente y que, al reactivarse, vuelven a generar el virus]”. Pese a no ser circunstancias comparables, Gatell sí destaca que los monos curados son los que tenían la carga viral más baja.

Pese a los matices, el médico del hospital Clínic destaca tanto la “aproximación original” del estudio que publica Nature como “el éxito parcial” obtenido. “Moderado en la mayoría de los pacientes y más importante en los tres en los que se consiguió una carga viral indetectable tras suspender el tratamiento”.

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