viernes, 10 de junio de 2016

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Los contaminantes presentes en el pescado inhiben el sistema de defensa natural del ser humano

10/06/2016 - E.P.

Se ha comprobado que todos los contaminantes ambientales persistentes probados en la investigación, interfirieron en la capacidad de las proteínas para proteger las células

Los contaminantes ambientales que se encuentran en el pescado interfieren en el sistema de defensa natural del cuerpo humano para expulsar las toxinas dañinas, según revela un nuevo estudio realizado por investigadores de la Institución Scripps de Oceanografía en la Universidad de California-San Diego, Estados Unidos. Los autores sugieren que debe emplearse esta información para evaluar mejor los riesgos para la salud humana del consumo de mariscos contaminados.
Una proteína que se encuentra en las células de casi todas las plantas y los animales, llamada P-gp, actúa como un portero de la célula mediante la expulsión de sustancias químicas extrañas del cuerpo. Se conoce bien P-gp  por su capacidad para transportar fármacos terapéuticos fuera de las células cancerosas y, en algunos casos, hacer de estas células resistentes a múltiples fármacos a la vez.
Para determinar la eficacia de P-gp en librar a las células de los contaminantes industriales y agrícolas que se encuentran en pescados y mariscos, colectivamente conocidos como contaminantes orgánicos persistentes (COP), el equipo de investigación Scripps realizó un análisis bioquímico de las proteínas P-gp de los seres humanos y los ratones frente a los contaminantes orgánicos persistentes.
Los científicos se centraron en los COP que se encuentran más comúnmente en la sangre humana y la orina, y también detectados en los tejidos musculares del atún de aleta amarilla. Los contaminantes incluyen compuestos más antiguos "legados" como el pesticida DDT, así como productos químicos industriales más recientes, como los retardantes de llama.
Trabajando con investigadores de la Escuela Skaggs de Farmacia y Ciencias Farmacéuticas de la Universidad de California San Diego y la Facultad de Medicina, los investigadores descubrieron que los diez contaminantes interfieren en la capacidad de P-gp para proteger las células.
El estudio muestra cómo uno de los diez contaminantes, PBDE-100, utilizado comúnmente como un retardante de llama en la espuma de tapicería y los plásticos, se une a la proteína transportadora. El COP se une a la proteína de una manera similar a los agentes quimioterapéuticos y otros fármacos, pero en lugar de ser expulsado fuera de la célula, el COP unido inhibe la capacidad de la proteína de llevar a cabo su función de defensa.
"Cuando comemos pescado contaminado, podemos estar reduciendo la eficacia de este sistema de defensa crítico en nuestros cuerpos", dice Amro Hamdoun, profesor asociado en la División de Investigación de Biología Marina en Scripps, y autor principal del estudio, publicado en la edición deScience Advances.

Los peces recién nacidos, entre los más vulnerables

Los investigadores señalan que los recién nacidos y las larvas de peces son dos de las poblaciones más vulnerables. Los recién nacidos son especialmente vulnerables ya que están expuestos a altas concentraciones de contaminantes orgánicos persistentes en la leche materna y tienen bajas cantidades de la proteína P-gp de protección y las larvas de peces pueden estar en mayor riesgo, ya que la acumulación de contaminantes puede ralentizar el sistema de defensa del animal para combatir otros contaminantes marinos, como hidrocarburos de petróleo en los sitios de derrames de hidrocarburos.
"Demostramos que estos inhibidores se encuentran en el pescado que comemos", resalta el investigador postdoctoral de Scripps Sascha Nicklisch, otro autor del estudio. Los investigadores sugieren que deben analizarse los productos químicos para determinar si impiden la eficacia del sistema de defensa natural del cuerpo a la hora expulsar estas y otras sustancias químicas extrañas.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos recomienda actualmente pruebas similares en los productos farmacéuticos. "Es inquietante encontrar que todos los contaminantes ambientales persistentes probados interfirieron en la capacidad de la proteína P-gp para proteger las células", subraya Jacob James, director gerente de la Fundación Waitt, que financió el estudio.
"Aún más preocupante son los resultados que muestran que PBDE-100 se une a la proteína P-gp, en esencia, agarrándose y envenenando al 'portero' cuya tarea es eliminar las toxinas. Podemos suponer que algún pescado 'caliente' lleva más de una toxina y podría ser como una triple amenaza, ya que los resultados con mezclas sugieren que múltiples toxinas actúan como 'multiplicadores de fuerza' en la degradación de la capacidad de respuesta de las células", señala.
"Somos la única especie que puede influir en toda la cadena de alimentos y hábitats. Debemos actuar con mayor responsabilidad en el diseño y uso de productos químicos en nuestro medio ambiente, además de trabajar sobre formas económicamente viables de medir y comprender los impactos de los productos químicos en los alimentos marinos y nosotros mismos", concluye.

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