lunes, 14 de diciembre de 2015

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Una actitud optimista tras superar un infarto reduce riesgo de ingresos hospitalarios



12-14/12/2015 - E.P.

Este tipo de eventos cardiacos sirven a muchos pacientes como un punto de inflexión en sus vidas

Investigadores del Hospital General de Massachusetts y la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, aseguran que llevar una actitud optimista tras haber superado un infarto de miocardio resulta beneficioso para llevar a cabo un estilo de vida más saludable e incluso reducir el riesgo de complicaciones.
En concreto, según los resultados publicados en la revista 'Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes', vieron que las personas optimistas reducen el riesgo de resultar hospitalizados seis meses después de un síndrome coronario agudo. En cambio, una actitud de gratitud no conllevo ningún beneficio.
"Puede ser un período muy vulnerable en el que las tasas de reingresos y la mortalidad son más elevadas, por lo que es muy importante saber qué factores pueden ofrecer mejores resultados", ha destacado Jeff Huffman, investigador en Psiquiatría cardiaca y autor de la investigación.
Este tipo de eventos cardiacos sirven para muchos pacientes como una especie de punto de inflexión en sus vidas, y llevan a cabo cambios sustanciales en su vida en busca de unos hábitos más saludables, que afectan a la dieta, la actividad física o determinadas conductas como el tabaquismo.
Para ver qué podía llevar a estos pacientes a introducir dichos cambios, Huffman y su equipo analizaron los datos de 164 pacientes hospitalizados por síndromes coronarios agudos entre 2012 y 2014. La media de edad eran 62 años y la mayoría de los pacientes analizados eran hombres de raza blanca. Y en más de la mitad, el ingreso estaba provocado por un primer evento.
Dos semanas después de la hospitalización, los investigadores utilizaron un cuestionario para medir el optimismo y la gratitud, y también pidieron a los pacientes que recordaran su actividad en los días previos al ingreso.
Seis meses más tarde evaluaron la tasa de reingresos hospitalarios y los pasos que cada día daban, gracias a medidores de su actividad física. Asimismo, también hicieron análisis de sangre para buscar signos de inflamación que pudieran alertar de futuros riesgos cardiacos.
Después de seis meses, un total de 35 pacientes (el 21 por ciento) habían sido hospitalizados de nuevo y 28 tuvieron que ser atendidos en urgencias por problemas cardíacos. Y entre aquellos pacientes más optimistas, el riesgo de reingreso era un 8 por ciento menor y el de ser atendidos por cualquier causa, un 6 por ciento menor.
Los participantes daban de media unos 5.150 pasos al día o aproximadamente 2,5 millas (unos 4 kilómetros) y, aunque sus hábitos variaban de forma amplia, los optimistas superaban a los pacientes menos alegres.
Y cuando los investigadores hicieron pruebas en laboratorio para verificar si hay proteínas en la sangre que pudieran apuntar a una posible inflamación, un factor de riesgo para los síndromes coronarios agudos, vieron como el optimismo no supuso ninguna diferencia.
Los autores, no obstante, reconocen que entre las carencias del estudio está el que todos los pacientes pertenecieran a un mismo centro o la mayor prevalencia de hombres de raza blanca, lo que podría cuestionar que estos datos fueran extrapolables a otros pacientes.
No obstante, ha añadido Andrew Steptoe, del University Colleg de Londres (Reino Unido), los hallazgos se suman a la sólida evidencia que sugiere que los factores psicológicos pueden influir en el pronóstico de quienes sufren un infarto.

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