martes, 23 de junio de 2015

La intervención precoz en autismo mejora la evolución - DiarioMedico.com

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'EARLY START DENVER MODEL'

La intervención precoz en autismo mejora la evolución

El modelo ESDM propone el abordaje antes de los 12 meses. La interacción paterna guiada puede ayudar a desarrollar habilidades.
Covadonga Díaz. Oviedo | dmredaccion@diariomedico.com   |  23/06/2015 00:00
 
 

Sally Rogers
Sally Rogers, profesora del Departamento de Psiquiatría del UC Davis Mind Institute, de California. (José Luis Pindado)
Una reducción en la proyección de la mirada y en el interés social, poca intención de comunicación, voz, mirada y gestos poco coordinados, desarrollo fonémico retrasado y fijación visual en los objetos son algunos de los síntomas que pueden reflejar la aparición de un trastorno del espectro autista (TEA), según Sally Rogers, profesora del Departamento de Psiquiatría del UC Davis Mind Institute, en California, que ha participado en el 16º European Society for Child & Adolescent Psychiatry (Escap) Congress, que se está celebrando en Madrid.
Rogers ha desarrollado el modelo ESDM (Early Start Denver Model), según el cual una intervención precoz, antes del año de edad, que incluya la formación de los padres con niños autistas puede mejorar considerablemente la evolución del trastorno. "No se trata de diagnosticar, sino de identificar los riesgos y analizar las dificultades que han alarmado a los padres". Según ha explicado Rogers a DM, cuando un niño no responde como la mayoría, los padres tienden a realizar acciones que hagan que parezca más sociable de lo que es, como dirigir la mirada hacia ellos si no es capaz de hacerlo. Por ello, el modelo ESDM les ofrece herramientas, pautas y habilidades para contener esos gestos y observar la presencia de los síntomas.
El modelo comprende un método de desarrollo curricular que define las competencias que deben enseñarse al niño en cada momento y una serie de procedimientos para hacerlo. Estas enseñanzas pueden ser realizadas por equipos terapéuticos y los padres en sesiones individuales, tanto en un centro sanitario como en el domicilio. "Cada tipo de intervención tiene una especie de manual para ayudar al progenitor a entender mejor a sus hijos, a seguir su forma de comunicación, a aprender cómo mostrarle comportamientos de un nivel más alto y esperar que sus hijos hagan algo más antes de satisfacer sus necesidades, antes de darles el juguete... Hay muchas técnicas que los padres hacen sin darse cuenta. Con un niño que no tiene una conducta retroactiva se tiende a completar aquello que no hace". Así, se trata de ayudar al niño a que desarrolle capacidades más maduras. Con el tiempo, según Rogers, la intervención permite que los padres integren las pautas en su forma de comunicar y de criar a su hijo. Los modelos intensos de intervención tienen una duración de dos años.
Más sociables
Tras la intervención, se observa que aumentan las tasas de aprendizaje y de cociente intelectual, las capacidades de lenguaje y las habilidades sociales, mientras que se reducen los síntomas. "Al analizar sus capacidades se ven estos cambios, y en la vida diaria se observa que tienen más lenguaje comunicativo, más interacción social, más interés y placer al interaccionar con los demás, juegos más apropiados, rutinas de alimentación, juegos con hermanos y padres... Son más sociales, más sonrientes, más iniciados y juegan más con su entorno", y esos cambios se mantienen en el tiempo.
No obstante, Rogers ha añadido que no hay que dejar de monitorizar su evolución, incluso si el diagnóstico desaparece, ya que tienen más riesgo de desarrollar síntomas psiquiátricos, como ansiedad o depresión. Además, tener un hermano con autismo no sólo eleva el riesgo de padecer el trastorno sino de otros de la conducta y del desarrollo.

El origen de los TCA se encuentra en factores genéticos y culturales

Durante su intervención en el Congreso Internacional de la Escap, que se está celebrando en Madrid, Beate Herpetz-Dahlmann, profesora del Departamento de Psiquiatría infantil y Adolescente de la Universidad alemana de Aquisgrán, ha explicado que ha aumentado la incidencia de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en edades cada vez más tempranas. "Hay una asociación con una pubertad precoz. En los países europeos la pubertad llega cada vez más pronto a los niños, que son plenamente conscientes de lo que es la obesidad, los cánones de belleza, comer sano, perder peso...
Herpetz-Dahlmann ha insistido en la necesidad de una detección precoz de los TCA, cuyo origen se encuentra en la combinación de factores genéticos y culturales. "No obstante, cuando únicamente se dan factores genéticos, no pasa gran cosa. Por ejemplo, en África pueden darse factores genéticos en un niño, pero nunca empezará una dieta, por una razón ligada a una percepción estética; de ahí que este trastorno no se desarrolle. Sin embargo, cuando se mezclan los ideales físicos y la vulnerabilidad genética, el niño corre el riesgo de enfermar".

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