jueves, 11 de junio de 2015

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Paternidad y equidad | 08 JUN 15
Hacia el mínimo común educativo
Consejos referidos a los cuidados que deben tener los padres en el período inicial de crianza y educación de sus hijos.
Fuente: IntraMed 
La enorme variedad de información disponible en la Web, nos permite el ejercicio permanente del discernimiento y de nuestra capacidad para valorar y elegir. Algunos hallazgos nos invitan a reflexionar concienzudamente acerca de nuestra realidad personal y acerca de la realidad en general, la que sin dudas también nos pertenece.

Hace unos días leí con sumo interés las recomendaciones propuestas por un grupo de estudio de la Universidad de Harvard referidas a lo que podríamos llamar ‘Educación, paternidad y equidad’. Se trata de un documento en el que se detallan cinco consejos referidos a los cuidados que deben tener los padres en el período inicial de crianza y educación de sus hijos. Se trata de una declaración hecha pública por The Achievement Gap Initiative at Harvard University  denominada “Seeding Success Zero-To-Three Initiative”, cuyo documento final se titula: “Evidence for the fundamental five early childhood parenting behaviors”. En una traducción libre podríamos hablar de: “Los cinco fundamentales” en el contexto de la “Iniciativa Sembrando Éxito en la etapa de cero a tres años”.

Se trata de una estrategia de investigación – acción, orientada concretamente a disminuir la brecha (en algunos casos un abismo) entre las crianzas de niños pertenecientes a diferentes estratos socioeconómicos, raciales y étnicos, que luego se incorporarán a los establecimientos de educación inicial de los Estados Unidos. El objetivo explícito es disminuir el impacto y la impronta que la diferencia de crianza ‘determina’ en el desarrollo cognitivo y afectivo de los niños. Sostienen que cualquiera sea el medio en el que el niño se desarrolla (hay notables excepciones), hasta el año de vida no se producen diferencias significativas en el desarrollo del sistema nervioso en general y del cerebro en particular. Entre el primero año y los tres años de vida, se producen las diferencias que originan las profundas brechas que el programa desea paliar, o al menos moderar. En el lapso de esos dos años, las diferencias en el desarrollo del sistema nervioso marcan o sellan el futuro del niño en lo referido a la cantidad y calidad de los recursos neurales que poseerá y a los que podrá echar mano durante el resto de su vida.

El propósito del grupo de estudio es, por lo tanto, fomentar la equidad brindando a los padres consejos para efectuar una crianza equilibrada, adecuada y significativa, con el fin de evitar las brechas y diferencias que atentan contra la equidad educativa y contra la igualdad de oportunidades en la vida. Es menester tener en cuenta, que el estudio  se realiza en el contexto particular del estado de Massachusets en los Estados Unidos, a primera vista parece no ser equiparable a la realidad de nuestro país. Sin embargo considero que es válido extrapolar la experiencia a nuestro propio contexto social, económico y político con las debidas reservas, para utilizar lo que resulte compatible y poner entre signos de interrogación lo que no lo sea.

En nuestra condición de país emergente, según otros en franco deterioro, las variables a tener en cuenta se multiplican y los indicadores socio demográficos advierten una marcada diferencia. No podemos dejar de lado la extrema pobreza, la marginalidad, la promiscuidad, la desnutrición, el analfabetismo. Nuestras condiciones de vida no son las del estado de Massachusets, algunos dirán que por lo tanto las recomendaciones resultan improcedentes y triviales. A pesar de todo, creo pertinente atender a las propuestas por lo menos por dos motivos.

Uno, que ‘no todo lo que brilla es oro’, la miseria, la marginalidad, la inequidad, son exponentes generalizados del fenómeno humano que no respeta las fronteras de los países. Segundo, porque se trata de recomendaciones que por un lado intentan paliar una realidad pública, pero por otro lado tienen estricta pertenencia al ámbito privado y micro social. Con esto intento sostener que los ‘Cinco Fundamentales’ son válidos para toda interacción de crianza en cualquier lugar del mundo. Insisto con un ejemplo sencillo: puedo enseñar a cruzar la calle a mi hijo advirtiéndole que debe mirar a izquierda y derecha, más allá de la condiciones socio – culturales en las que ambos nos encontremos.

Considero adecuado atender a los ‘Cinco Fundamentales’ haciendo foco en lo micro, sin desligarse de lo macro. Son consejos que pueden ser acusados de falta de originalidad, sin embargo creo que su orden y fundamentación los valoriza y estimula a su consideración o reconsideración, según sea el caso. La traducción que efectué de la publicación es absolutamente libre y se halla matizada con elementos de mi propia experiencia como padre y médico. Por lo tanto lo que escribo permanece bajo mi exclusiva responsabilidad, intento no ‘hacer decir’, sino decir. Estimulo a todos los padres a leer con atención y espíritu crítico el presente trabajo. Creo conveniente tener en cuenta estos consejos a la hora de criar nuestros hijos (también nuestros nietos) con el fin de crear a su alrededor un ambiente que permita el desarrollo de todas las potencialidades con que están dotados por el mero hecho de pertenecer a la especie humana. Se trata más de crear las condiciones ‘de’, que enseñar ‘a’. Ponemos énfasis en el cómo y no tanto en el qué.

Debo confesar que la temática me ha interesado como médico, ya que el tema de educación y equidad me preocupa desde hace mucho tiempo, alguna vez publiqué un artículo denominado “Nutrición, cerebro y Sociedad”. Pero más me ha interesado como padre de seis hijos y abuelo de cuatro nietos, de modo que puedo dar testimonio de la pertinencia de los ‘Cinco Fundamentales’ aún sin haberlos conocido con ese nombre. Son formas de manifestar el amor más que modos de cumplir con requisitos. Creo que todo padre o madre estarán interesados en seguir adelante, vamos pues.

Primero: maximice el afecto y minimice el estrés.

Se refiere a la sensibilidad con la que es conveniente atender a las solicitudes del niño, actuar pronta, decidida y amorosamente a sus demandas. Por otro lado me parece conveniente hablar de distres, ya que el documento se refiere a aquellas situaciones que por su intensidad, por repetitividad o prolongada duración, causan un desequilibrio hormonal en el niño haciéndolo más vulnerable, no sólo inmunológicamente sino afectivamente.

La cuestión es provocar en el niño un estado de confianza en sus padres o cuidadores de modo que pueda enfrentarse a los asuntos propios de su edad con la mayor seguridad y solvencia posibles. Estas actitudes son recomendables iniciarlas lo antes posible, es decir desde el nacimiento, si bien pone especial énfasis al período antes descrito que va desde el año de vida a los tres años.

El niño debe percibir la proximidad disponible de sus padres, lo cual no significa estar siempre interactuando con él, significa estar atentos mientras el niño observa que sus padres desempeñan las tareas propias de la cotidianeidad. Estas actitudes tienen directa repercusión en la actitud creciente de exploración del mundo circundante y en la independencia relativa de los infantes. Tales actitudes resultan relevantes para un expansivo desarrollo de la cognición social, lo que facilitara la incorporación del niño a entornos más extensos y variados cuando se incorpore a la escolaridad inicial.

En el proceso educativo es conveniente advertir y corregir los errores cometidos en cuestiones referidas a su seguridad, las convenciones sociales y los modos culturales, como así también a lo que se considera bueno o malo. El juicio paterno debe tender a enmendar el error no a condenar a quien lo comete. Una cosa es insistir en que es inconveniente acercarse a artefactos eléctricos o colocar los dedos en los enchufes, y otra es tratarlo de tarado porque lo hace. En el contexto de las enseñanzas de la Iglesia Católica se habla de odiar el pecado y amar al pecador. Este proceso le permite adoptar actitudes adecuadas, sin que esté en cuestión su capacidad para hacerlo convenientemente.

El distres crónicamente instalado en la vida del niño, favorece la inseguridad y estorba el desarrollo de las funciones ejecutivas localizadas prioritariamente en la región prefrontal, área cerebral especialmente distinguida del cerebro de los humanos. Está comprobado que los efectos del distres disminuyen significativamente en entornos caracterizados por la contención y el afecto. Este fenómeno es fácilmente observable en los casos de niños adoptados que previamente se hallaban institucionalizados.

Segundo: hable, cante, señale, gesticule desde el principio

El título de esta sección es por sí mismo elocuente, casi se podrían obviar mas consideraciones. Sin embargo, conviene destacar algunos aspectos recomendados por la iniciativa de la universidad estadounidense.
Efectivamente, resulta adecuado exponer precozmente al niño al lenguaje; en realidad como vivimos en un mundo lingüístico, el esfuerzo consiste en exponerlo a él determinadamente. El niño entra en contacto con el mundo simbólico del lenguaje aún antes de su nacimiento. La recomendación consiste en que el niño esté expuesto al habla cotidiana, no al ‘habla bebé’.

En la mayoría de las culturas los padres proponen al niño a palabras que se encuentran adaptadas a su lenguaje inicial y balbuceante, de allí surgen las características palabras mono o disilábicas como papá, mamá, tata, teta, bebé, nene, tío, abu, pepi, etc. Cuanto antes hay que poner en contacto al niño con el habla real, con la de todos los días, aquella mediante la cual se efectúan las interacciones lingüísticas habituales. Esto predispone al niño a la variedad y la riqueza del idioma, y favorece su posterior inicio en el proceso de alfabetización. Los resultados se verán de manera contundente cuando inicie su etapa escolar, en la que verá favorecido su desempeño si se encuentra habituado al lenguaje social y no sólo al del entorno familiar.

Se propone que la riqueza expresiva, dentro de lo posible, vaya más allá de los condicionamientos socioeconómicos, las diferencias raciales o étnicas de las familias en las que crece. Son elementos valiosos, la riqueza expresiva, el vocabulario rico y variado, y la evaluación de la comprensión activa por parte del niño.
Se afirma que la exposición del niño a su propia lengua, como así también a lenguas extranjeras es determinante para futuras competencias lingüísticas. Es tan cierto esto, que en una época se resolvió que era conveniente exponer al niño al habla emitida por la radio o la televisión. Estas recomendaciones hay han sido dejadas de lado por haber descubierto, de manera fehaciente, que el lenguaje que el niño atiende es el que se encuentra directamente referido a él. Participa de manera activa en el mundo del lenguaje en la medida en que se encuentra directamente involucrado en las interacciones. Si las sentencias o proposiciones sencillas van dirigidas a él acompañadas de afecto, o manifestadas en un ambiente afectivo, el niño advierte que se halla implicado y tiende a atender y aprender.

La lectura y el relato de historias tienen especial valor en este proceso. El niño se ve incluido en universos reales o de fantasía que tienen sus propias cadencias y estimulan la curiosidad por la trama y la concatenación de los eventos relatados. Se siente involucrado en mundos que poseen un cierto orden, en el cual las acciones tienen sus consecuencias, donde las interacciones entre los humanos tienen características informativas o declarativas, pero también se encuentran cargadas de emoción, de premios y castigos. Mediante el relato se descubren nuevos universos con sus límites, sus parecidos, sus valores, y sus interacciones. De este modo se abren las puertas a la lectura y la escritura, se ha dado el primer paso hacia la educación escolar, ella lo proveerá de la explicitación de reglas gramaticales conocidas o nuevas y lo proveerá de construcciones sintácticas pertinentes.

El canto es lenguaje musicalizado. El canto tiene la particularidad de que transmite información cognitiva en un entorno cargado de emotividad. Es sabido que todo lo que informa y lleva incluida la activación del aparato emocional, se aprende con más intensidad y la huella mnémica tiene mayor relevancia. Siempre me llamó la atención el contenido catastrófico de algunos cantos infantiles: las desventuras de Mambrú y su guerra, el ‘genocidio’ de los tres alpinos para conseguir el amor de la princesa, el castigo a la señora que rompía los faroles con su sombrero, etc. Canciones infantiles con mensajes nada halagüeños enmarcados en contextos musicales agradables y de fácil memorización, en la voz de la persona correcta. Más allá de lo que se pueda decir acerca de esos mensajes, lo cierto es que se producen en entornos de musicalización placenteros para quienes los comparten.

Sabemos que nuestro mundo del lenguaje valora en grado sumo lo no verbal. Los gestos, el énfasis corporal, la coherencia de lo corporal con el habla, son detectados y valorados por el niño. Podríamos decir que nacemos con los recursos cerebrales apropiados para comprenderlo, no en vano el gesto precede a la palabra por millones de años en la evolución humana. Señalar los objetos al nombrarlos facilita el aprendizaje inmediato; según el documento, de ese modo se aporta sustancialmente a la riqueza literaria expresiva en el entorno de la pre escolaridad. Recomiendan la gesticulación, incluso la gesticulación exagerada y grandilocuente hasta la obviedad. Un ejemplo interesante para tener en cuenta el valor del gesto, es el cine mudo. En él la historia está contada mediante la acción gestual elocuente, acompañada de música que de manera estereotipada moviliza las emociones. Del mismo modo el niño asiste a los diálogos de los adultos atendiendo a lo no verbal (gestos, posturas corporales, movimientos de brazos y piernas, intensidad de la mirada, color de la piel, posición de las manos, etc) lo que le permite evaluar con asombrosa precisión lo que acontece a nivel emotivo y relacional.  

Tercero: utilice juegos con números.

Es provechoso hacer dos advertencias:

1) después de los trabajos de algunos neurocientíficos prominentes como el caso de Stanislas Dehane en Francia, se puede afirmar con seguridad que los seres humanos nacemos con un sentido del número. Esto significa que identificar cantidades, contar, ordenar, no son tareas que nuestro cerebro detecte como ajenas o novedosas.

2) Dejando el asunto en manos de la educación escolar,  a la que consideramos habitualmente como la encargada de enseñar las matemáticas, no hacemos hincapié en fomentar el sentido de lo numérico en nuestros niños tanto como lo hacemos con los cuentos y la lectura. Valoramos a estas últimas, como facilitadoras de la alfabetización y la lecto-comprensión, y no ponderamos de igual modo el impacto de la iniciación del sentido numérico en etapas precoces de la vida. Hacerlo repercute favorablemente en la actitud del niño ante las matemáticas.

Efectivamente, tiene gran valor para el desarrollo cognitivo del niño que desde el año de vida se le propongan juegos que despierte y estimulen el sentido numérico. Se ha escrito mucho al respecto, las informaciones son sorprendentes. Es fascinante saber que a muy temprana edad, el ser humano tiene noción de lo que implica el número cinco sin dar cuenta aún del orden que le cabe entre el cuatro y el seis. El sentido de cantidad precede al sentido de orden según mayor o menor.

Esta es pues, la tarea de los padres. Cabe recordar que las propuestas están hechas de manera que cualquier padre, perteneciente a cualquier etnia, entorno cultural, raza o nivel socioeconómico, pueda llevarlas a cabo. Iniciar a los niños en la tarea de ordenar por tamaños, de proponerles escalas a relacionar. Un ejemplo: desarmar y volver a armar en orden una Mamushka, ordenar cubos de tamaño diferente y sucesivo. Sumar cifras menores con objetos físicos: dos manzanas más tres manzanas. Evaluar el resultado y hacer la operación inversa, restar. Efectuar conteos, proponer ordenamientos de acuerdo a prioridades varias: primero, segundo, tercero, etc.

Proponer tareas del tipo ¿son los rojos más que los blancos? Separa por cantidad de objetos, los que son más a la derecha, los menos por orden hacia la izquierda. Estas y otras variadas tareas deben forman parte de juegos entretenidos que no provoquen evaluaciones apresuradas ni impacientes, que no esperen resultados geniales, ni caigan en la desesperación a causa la lentitud. Cada niño tiene su tiempo, y el tiempo de los padres es la paciencia.

Esto me hizo recordar a un viejo relato: En un jardín se hallaba un anciano ruso con su hijo, este último de unos cuarenta años. El anciano le preguntó: ¿qué es eso? Y el hijo le respondió: un gorrión. Al rato el padre volvió a preguntar ¿Qué es eso? Y el hijo, algo molesto, le contestó: un gorrión. A los minutos, nuevamente la misma pregunta: ¿qué es eso? Y la respuesta ya impaciente: un gorrión. Al poco rato ¿Qué es eso? Y en medio de un evidente fastidio ¡un gorrión!

El anciano se levantó de su asiento y fue hacia la casa. Al cabo de unos minutos regresó con un cuaderno que hacía las veces de un diario de su vida. Abriéndolo le dijo al joven: unos años atrás, siendo tu niño, me preguntaste veintitrés veces que era eso y yo te contesté: un gorrión.

Para los padres es el tiempo de la paciencia, para los hijos el del descubrimiento de un mundo que ejerce fascinación, que lo deslumbra, que lo desafía, lo derrota y le permite triunfar. Está demostrado que el camino iniciado con los primeros números predice la posibilidad de éxito con las matemáticas avanzadas de gran abstracción.

Cuarto: estimule las competencias espaciales

Antes de vérselas con las letras y los números, los seres humanos se las tuvieron que ver con el espacio que los rodeaba. La especie humana se desarrolló en un ambiente que le resultaba hostil y que la desafiaba a superarlo como obstáculo. La hostilidad no estaba dada sólo por los peligros ambientales que eran muchos, sino por cuestiones mucho más básicas. Los espacios son grandes o pequeños, las distancias a recorrer son largas o cortas, los objetos son altos o bajos. Las cosas, todas las cosas del ambiente ocupan un lugar en el espacio, se resisten a ser desplazadas. Su lugar puede ser mío sólo si dejan de ocuparlo.

Hay objetos con los que se puede maniobrar sin esfuerzo, se dejan moldear, otros no, ofrecen resistencia. Es el mundo de las cosas, el mundo de los espacios que el niño comienza a percibir desde el comienzo, y sobre todo cuando adquiere cierta autonomía al gatear o hacer sus primeros pasos. Parece obvio, pero el niño debe vérselas con la fuerza de gravedad, las cosas no vuelan, no se van solas para arriba, inexorablemente van a caer antes o después. El mismo cae, el mismo siempre va a tender a caer. Resulta un esfuerzo vencer la inercia. El movimiento es rectilíneo, al impactar entre ellas las cosas se desplazan. El mundo físico es el mundo de las causas y los efectos. Los espacios cobijan y, a la vez, los espacios exponen.

Es conveniente que el niño sea acompañado en su operar con el mundo, debe aprender a colocar unas cosas arriba de otras, a hacer ‘pirámides’ inestables. Debe aprender a poder dentro, a ocultar, a destacar entre las cosas relevantes y las que no lo son. Los espacios desordenados pueden estimularlos a operar con varias cosas a la vez o sucesivamente, los espacios ordenados le enseñan a que conviene que las cosas ocupen un lugar predecible en el mundo, que no habitamos en el caos, sino en un cosmos.

A veces las cosas son tan sencillas como arrojar una pelota, verla rebotar. Arrojar un objeto, verlo caer y oír el ruido que produce al hacerlo. Ver como una persona, al caminar, se oculta detrás de un objeto opaco (una columna) y aparece por el otro lado. El niño se entretiene y aprende de lo previsible, a la vez se sorprende cuando no ve aparecer la persona o ve que sale por el mismo lado que entró. Los estímulos espaciales pueden resultar triviales (una vez que son conocidos), sorprendentes (hasta que tienen una explicación), o misteriosos (cuando la explicación no existe por el momento). 

Las tareas de alcanzar objetos, arrastrarse, gatear (caminar a cuatro patas), caminar, capacitan al niño para hallarse y modificar el espacio y su situación en él. Su propia movilidad y las que él puede imprimirle a los objetos, estimula el desarrollo de sus capacidades cognitivas. Poder moverse, produce la saludable impresión de comprobar que el mundo no tiene un centro, sino que el mismo es modificable y variable. Que el centro del mundo tiene que ver con la posición relativa de los objetos y las personas respecto del niño. La movilidad, provoca el desplazamiento del ego-centro al hétero-centro, es decir, el niño aprecia que el mundo tiene núcleos de importancia que a veces lo incluyen y otras no. El no ocupa de manera invariable el centro del mundo.

Dicho esto, no resulta sorprendente que el conocimiento del espacio estimule la cognición social. El niño es capaz de descubrir la presencia de los otros compartiendo su espacio vital. Ello mismo favorece la adquisición de competencias vinculares. El otro existe, y ocupa un lugar en un espacio necesaria y definitivamente compartido. Al favorecer la sociabilidad, el niño desarrolla modos de estar en un mundo poblado por otros numerosos agentes. Agentes que poseen intencionalidad y libertad. Esto permitirá el afianzamiento de la autoconciencia y el desarrollo de la empatía y la capacidad de ‘leer’ la mente de los otros, llamada por los filósofos, Teoría de la Mente (TOM).

Quinto: estimule la curiosidad y el amor por aprender

Es fascinante para un padre mostrarle el mundo a su hijo, él a su vez responde con una estimulante carita de asombro permanente. Nada más descorazonador que apreciar indiferencia por parte del niño. La pregunta es: Siendo tan variado y maravilloso lo que hay para ver y aprender, ¿no será nuestra la responsabilidad de tamaña indiferencia? Atentamos contra la humanidad de nuestros hijos al ver las cosas y los fenómenos como determinados por las condiciones sociales, económicas, y las desigualdades que parecen condicionarnos.

No matemos la curiosidad, no atentemos contra la creatividad, no acallemos la originalidad y la singularidad. No abortemos la novedad que el mundo, a través de nuestros hijos, quiere ofrecernos a nosotros. Ellos nos invitan a ver de una manera nueva las viejas cosas, a repensar y revalorar cuestiones que creíamos inamovibles. Seamos curiosos también, esperemos la plenitud del milagro que la ‘vida’ a puesto en nuestras manos.
El espacio para desarrollar este consejo es el que la vida misma nos proporciona. Es tarea de los padres responder a las innumerables preguntas que los niños nos hacen.

Cuando vamos caminando por una plaza cualquiera, qué nos cuesta mostrarle al niño como el sol sale por el este y se oculta por el oeste. Que las sombras se hacen más largas en la medida que el sol se mueve por el cielo, que la temperatura del día varía de acuerdo con la presencia de la luz. Uno podría decir: Si pero para eso se necesita tiempo, se necesita disponer de algo de ocio, si tenemos que estar preocupados para aportar la comida a la casa, si nuestro trabajo sólo nos deja tiempo para el descanso, es imposible. No tenemos atenuantes en esta tarea, no es la cantidad sino la calidad de los encuentros con nuestros hijos lo que importa.

El niño necesita que se le muestre un río, y que se le explique porque siempre va para el mismo lado, de donde proviene el agua que llena su cauce, adonde va a parar y qué diferencia hay entre el agua que corre por él y la que fluye de la fuente de la plaza. Necesita que le cuenten porque algunas montañas son redondas y bajas y otras picudas y muy altas. Quizás al conocerlo el niño pueda valorar el paso de los millones de años que pasaron y que el mundo no se inició con él. ¡Menuda enseñanza! Quizás convenga que el niño conozca la importancia de algún lugar histórico, de las costumbres de los antepasados, de las decisiones que allí se tomaron. Quizás le interese por qué la bandera argentina es celeste y blanca, y por qué cada país tiene colores distintos en sus banderas. Y así tantas y tantas.

Que es muy niñito y no entiende. ¡Sí que entiende! Entiende lo principal, el afecto de la interacción, el contenido lo irá aprendiendo de a poco. Estimular su imaginación es otra tarea que ayuda con la curiosidad. Mirá Salta queda bastante lejos, imagínate, desde nuestra casa a la de la abuela hay medio kilómetro, desde la casa a Salta hay 300. Sí es mucho, imagínate que a Europa hay 14.000. Los datos quedan, el esfuerzo por imaginar es válido. En la intimidad del cerebro hay todo un entramado neuronal que se pone en funcionamiento y que adecuará la información a sus propios tiempos. Las posibilidades de interactuar con los niños son infinitas, al caminar por la ciudad o el parque, al viajar en auto, en tren o en el avión. Las imágenes del mundo se nos muestran de manera continua e interminable. Muchas charlas se despertarán por los clásicos ‘porqués’, otras por la propuestas de los padres o responsables de los niños. Todas ellas irán reforzando las categorías con las que el niño establecerá comparaciones, en las que archivará datos y en base a las que sacará conclusiones que luego nos van a sorprender.

Como ya dijimos, las variadas lecturas amplían el mundo de lo visible y lo experimentable, al mundo aún más vasto de lo imaginable, de lo posible y de la fantasía. En el intrincado fluir de las imágenes se fortalecen las habilidades cognitivas y sociales. Ya Einstein lo dijo de manera bella y conclusiva: “Usted desea que su niño sea inteligente, léale cuentos de hadas; le gustaría que sea muy inteligente, léale muchos cuentos de hadas”.
Es valorable y muy bueno que en la interacción con los niños los padres asuman conscientemente que no tienen todas las respuestas. Es conveniente mantener durante toda la vida, aún ante ellos, la capacidad de asombro, la búsqueda de fuentes válidas que nos instruyan y satisfagan nuestra propia curiosidad, el pasmo ante lo misterioso. La sorpresa ante lo inexplicable, acaso vaya abonando el enorme espacio de lo trascendente, de aquello que se halla y se hallará más allá de la inteligencia humana. Pararse, con nuestro niño tomado de la mano, ante la puerta de la trascendencia, es la muestra más cabal de la aceptación del insondable misterio de la vida.

¿Conclusión?

A veces la lectura de un texto produce la apertura a la propia reflexión, la traducción del mismo renueva nuestros puntos de vista. Meditar y valorar la declaración del grupo de estudio de la universidad de Harvard al que hice referencia al principio, ha motivado este texto que es a la vez, dejarse guiar por un camino nuevo y generar la propia interpretación. Es permitirse el gusto de rever, desde un ángulo novedoso, la propia forma de pensar, y de juzgar y valorar nuevamente la propia experiencia, mirar hacia atrás, hacia el camino recorrido. Ponderar nuevamente el camino hecho al andar permite simultáneamente corregir los errores cometidos y disfrutar de los aciertos efectuados.

El camino de los padres está plagado de éxitos y fracasos, acaso de eso se trate vivir. Haber recorrido el camino de nuestra vida en clave de amor, acaso nos gratifique y nos permita despertarnos cada mañana con fuerzas renovadas hasta el último de los días Aun así, precisamente así, estamos llamados a ver en forma parcial y provisoria los frutos de ese recorrido. Estamos llamados a describirlo, a contarlo, a dar testimonio de la aventura. Eso es lo que pretendí, en forma parcial, hacer mediante el presente escrito, quizás el mismo pueda tener utilidad para alguien más.          


Autor: Dr. Ricardo T. Ricci, San Miguel de Tucumán
Médico Clínico. Médico asistencial de ASPE (UNT)
Profesor Adjunto de Epistemología Médica. Sec. De Posgrado de la Facultad de Medicina (UNT). A cargo del dictado de la materia en la Carrera de Especialización en Docencia Universitaria y en el Doctorado Estructurado en Medicina.
Profesor Titular Interino de Antropología Médica. Fac. de Medicina de la UNT.
Profesor de Bioética en la Licenciatura de Fonoaudiología (Convenio FM – UNT / Decroly) 
Director de la Unidad de Formación en Docencia Universitaria, área Antropología Médica. Director del Proyecto de Formación de Recursos Humanos en el tema: “Los Sistemas Complejos Adaptativos y su aplicación a la Relación Médico – Paciente” (2008). Director del Proyecto de Formación de Recursos Humanos en el tema: “Evaluación de la calidad educativa en la Fac. Medicina UNT”. Director suplente del Departamento de Salud Mental, Ciencias Sociales y Humanidades Médicas de la Fac. de Medicina de la UNT. Miembro del Instituto de Epistemología de la Fac. de Filosofía y Letras de la UNT. Docente autorizado de Epistemología Médica. Secretario de la Asociación Argentina de Ciencias del Comportamiento (AACC)


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