lunes, 22 de septiembre de 2014

Asocian estrés con acumulación de grasa abdominal - Investigación y Desarrollo

Asocian estrés con acumulación de grasa abdominal - Investigación y Desarrollo





ASOCIAN ESTRÉS CON ACUMULACIÓN DE GRASA ABDOMINAL

EL .


El estrés psicosocial generado por entornos sociales adversos como la inseguridad, genera en las personas respuestas fisiológicas “que pueden promover la acumulación de grasa, sobre todo en el área abdominal”, de acuerdo con un estudio publicado por el maestro Luis Ortiz Hernández, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El estudio, realizado en colaboración con el profesor Ian Janssen, investigador de la Queen’s University, se basó en el análisis de la Encuesta Nacional de los Niveles de Vida de los Hogares, levantada entre 2002 y 2005, mediante la cual se entrevistó y midió a más de ocho mil adultos mayores de 20 años de 145 comunidades, y a quienes se dio seguimiento durante tres años.
El principal hallazgo de este trabajo, titulado “Social disorder physical activity and adiposity in mexican adults: evidence from a longitudinal study”, fue que los adultos que viven en localidades donde existe desorden social ganan más grasa en el abdomen que aquellos que viven en localidades sin desorden.
De acuerdo con sus resultados, en el ciclo 2002 de la encuesta, no hubo diferencias en cuanto al índice de circunferencia de la cintura entre los participantes de comunidades de alto y bajo desorden social; sin embargo, esas diferencias aparecen claramente en 2005 y una posible explicación de esta tendencia es que la inseguridad empeoró durante el periodo, señalan.
Subrayan que según cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) la percepción de inseguridad en México creció de 44.0 por ciento en 2002 a 65.0 por ciento en 2010. Generalmente se piensa que el aumento excesivo de peso de las personas es resultado de elecciones poco saludables; sin embargo, explican, esta perspectiva ignora que las personas son afectadas de manera decisiva por su entorno.
De acuerdo con los autores “la existencia de desorden social implica que las personas no están siguiendo las normas de convivencia que garantizan el respeto mutuo”, y uno de los efectos que dicho desorden genera es que las personas comienzan a percibir que los lugares que habitan no son seguros, lo que puede experimentarse como una forma de estrés psicosocial.
Los investigadores afirman que el estrés en las personas genera una respuesta fisiológica en la que se producen ciertas hormonas como el cortisol, que pueden promover la acumulación de grasa, sobre todo en el área abdominal, lo que incrementa el riesgo de desarrollar padecimientos crónicos como diabetes o enfermedades cardiovasculares.
Otro hallazgo de este estudio es que en las localidades urbanas, la existencia de desorden social también provoca que las personas ganen peso e incrementen el tiempo que destinan a ver televisión, lo que resulta previsible, pues si perciben que su colonia es insegura tenderán a pasar más tiempo dentro de sus casas, “donde la única opción de esparcimiento es ver televisión”.
Lo anterior quiere decir que no sólo las conductas de las personas pueden resultar en ganancia de grasa; el entorno donde viven “también es relevante”, afirman los investigadores, quienes advierten de la necesidad de “superar” la idea de que la obesidad y sus consecuencias dependen exclusivamente de conductas individuales, sino que son resultado también del ambiente en que las personas viven.
Para los autores es necesario diseñar e implementar programas de renovación de las localidades, propiciar la creación de espacios públicos como parques, centros comunitarios, escuelas de deportes, entre otros, y mantenerlos en buenas condiciones, para lo cual la participación comunitaria “es un aspecto clave”.
Advierten también de la importancia de promover la creación de asociaciones de residentes para que participen en el diseño y ejecución de programas relacionados con programas sociales. La creación de áreas verdes contribuiría también a reducir la incidencia delictiva y por tanto a disminuir la percepción de inseguridad.

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