lunes, 5 de mayo de 2014

El yogur sigue caducando | Sociedad | EL PAÍS

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El yogur sigue caducando

La industria rechaza etiquetar como no perecedero el producto aunque la nueva norma se lo permite

El riesgo de intoxicación es mínimo





El 13,3% de los alimentos que se tiran son productos lácteos. / SAMUEL SÁNCHEZ


La nueva norma de calidad del yogur que entró en vigor la semana pasada ya no obliga a los fabricantes a que señalen en sus etiquetas una fecha de caducidad, sino simplemente una de consumo preferente —que no indica caducidad, sino que el alimento conserva hasta ese día todas sus propiedades nutricionales o de apariencia—, pero la industria de momento va a mantenerla porque considera que ese día es un indicativo claro de hasta cuándo es totalmente seguro consumir este producto. Luis Calabozo, director general de la Federación Nacional de Industrias Lácteas (Fenil), en nombre de todos los fabricantes de yogur que operan en España, afirma: “Queremos dar un mensaje claro a los consumidores, que sepan hasta cuándo es totalmente seguro comer un yogur. No significa que vaya a estar malo al día siguiente, pero no nos hacemos responsables”. Estoq quiere decir que, de momento, las cosas se quedan como están: los yogures seguirán caducando para “evitar confusión en el consumidor”.
Pero es difícil evitar la confusión cuando los mensajes de la industria y el Gobierno son contradictorios. Sobre todo desde que el año pasado el entonces ministro de Agricultura y Alimentación, Miguel Arias Cañete, afirmó que comía yogures pasados de fecha. ¿Quería decir que la fecha de caducidad es gratuita? ¿Cuántos días se puede sobrepasar sin riesgo de intoxicación? ¿Por qué los fabricantes quieren mantenerla a pesar de todo? Y si ya no es obligatoria, ¿quiere decir que los yogures no caducan nunca?
“Es complejo hablar de caducidad en un producto con un pH tan ácido, que hace muy difícil que se establezcan patógenos. Además, se elabora con leche pasteurizada, con lo que se elimina la carga microbiana inicial y se establece una barrera más contra los patógenos. No obstante, en microbiología el riesgo cero no existe, por lo que tampoco podemos afirmar que nunca se pueda producir una contaminación. Por eso, aunque en general es un producto muy seguro, entiendo que la obligación de la industria es ofrecer la máxima garantía a los consumidores”, dice Clara González, directora del Instituto de Productos Lácteos de Asturias del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IPLA-CSIC).
Se conocen muy pocos casos de intoxicación por yogures, aunque alguno ha habido en los últimos años fuera de España, “normalmente debido a una mala conservación o envasado del producto”, apunta la directora del IPLA. El más reciente se registró el año pasado en Bolivia, donde 90 niños tuvieron que ser atendidos.
La industria ha cerrado filas en este asunto y solo habla a través de su patronal. Ya el año pasado, cuando el Gobierno decidió derogar la norma que imponía un plazo máximo de consumo de 28 días desde la fabricación del yogur, los productores hicieron frente común para manifestarse en contra de cambiar la fecha de caducidad por la de consumo preferente, aunque apuntó que los avances en las técnicas de envasado permitían ampliar el límite hasta los 35 días. Y rechazaron el argumento de Cañete de que el corsé marcado en 28 días “originaba mucho desperdicio de un producto básico para la alimentación”. Según un estudio realizado por el ministerio, el mayor porcentaje de alimentos desechados corresponde a pan, cereales y pastelería (19,3%), seguidos de frutas y hortalizas (16,9%) y la leche, yogures, quesos y otros derivados lácteos (13,3%).
La industria, en cambio, afirma que el porcentaje de desperdicio es mínimo. “No hemos hecho estudios en España, pero en Francia, un país muy parecido en distribución y consumo, la tasa supone solo el 3% de todos los alimentos desechados, que en total alcanza el 8%”, asegura Calabozo.
El ministerio quiere evitar que se tire un alimento que aún se puede tomar



Ahora, tras la aprobación de la nueva norma de calidad, los productores mantienen su postura. “No hay otra razón que intentar ofrecer un mensaje claro. Es cierto que normalmente no pasa nada por comerse un yogur caducado si se ha mantenido refrigerado y bien envasado, puede simplemente perder propiedades y tener un gusto desagradable, pero ¿cuántos días más son aceptables? ¿Dónde ponemos el límite? Como eso no podemos saberlo, mantenemos la que consideramos totalmente segura. Y lo que pase después es responsabilidad exclusiva del consumidor”, advierte Calabozo. El director de Fenil comenta, además, que utilizar la fecha de consumo preferente en los yogures podría llevar a pensar que los límites que se indican en otros productos parecidos como las natillas y los flanes también son de consumo preferente, cuando en realidad son fechas de caducidad y tienen más riesgo.
En general, los fabricantes de los países del sur de Europa mantienen la fecha de caducidad porque al ser más cálidos existe más riesgo de que se pierda la cadena de frío, mientras que los del norte han optado por la de consumo preferente. “En el mercado español podría aparecer alguno importado con fecha de consumo preferente, pero los que se produzcan aquí tendrán la de caducidad”, asegura Calabozo.

Una confusión peligrosa

Un reciente informe de la organización de consumidores CEACCU advertía de que uno de cada tres españoles asegura comer alimentos caducados. Algo que, según la propia organización, es imposible. “Si fuera así, tendríamos los hospitales llenos de intoxicaciones alimentarias. Lo que ocurre es que a estas alturas, años después de que Europa estableciera la distinción, aún no hemos conseguido que se entienda bien la diferencia entre fecha de caducidad y fecha de consumo preferente. La mayoría de esas personas que dicen consumir productos caducados en realidad se refieren a consumo preferente”, explica Yolanda Quintana, portavoz de CEACCU.
Buena parte de la culpa de esta confusión, que puede resultar peligrosa si se trata de alimentos con alto riesgo de desarrollar patógenos, la tienen las autoridades. “Que un ministro afirme que come yogures pasados de fecha no ayuda. ¿A qué fecha se refería Cañete cuando lo dijo: a la de caducidad o a la de consumo preferente? Es una irresponsabilidad que puede poner en peligro la salud”, advierte Quintana.
La portavoz de CEACCU considera también una irresponsabilidad que el ministerio vincule la eliminación de la fecha de caducidad de los yogures con la lucha contra el desperdicio de alimentos. “Se están enviando mensajes confusos a los consumidores. Y eso es muy peligroso en un momento de crisis como el actual, en el que muchos ciudadanos tienen que ajustar su presupuesto de alimentación y pueden llegar a decidir alimentos caducados que pueden llevarles al hospital”, insiste.
Las organizaciones de consumidores lamentan también que la nueva norma de calidad del yogur siga permitiendo la denominación de yogur pasteurizado después de la fermentación para los postres lácteos, aprobada en 2002. “Desde entonces hemos peleado para que se prohíba porque confunde al consumidor y solo responde a intereses de la industria. Todo el mundo sabe que un postre lácteo no tiene las propiedades de un yogur, pero si se encuentra con un ‘yogur pasteurizado después de la fermentación’ puede pensar, erróneamente, que sí las tiene”, lamenta Quintana.
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