viernes, 21 de marzo de 2014

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El duelo en el embarazo

Marzo de 2014 - Paloma Rosado. Colaboradora de ALAIA (Ayuda a Enfermos Graves y Personas en Duelo de Madrid)

La aceptación de la realidad de la pérdida como parte inherente de la vida es el sano final de cualquier proceso de duelo, sin embargo, en el caso de la mujer gestante, el tiempo y la repercusión de sus emociones adquieren tintes particulares

Cada año, algunas mujeres sienten cómo se empaña la alegría de traer una nueva vida al mundo al tener que enfrentarse a un duelo al mismo tiempo. Aunque se trate de una situación minoritaria, la dureza innegable de los hechos y la inexistencia de atención específica para ellas nos llamó la atención en la asociación ALAIA (Ayuda a Enfermos Graves y Personas en Duelo de Madrid) hace casi un año, por lo que creamos un grupo terapéutico para mujeres embarazadas que habían perdido a sus parejas durante la gestación.
La aceptación de la realidad de la pérdida como parte inherente de la vida es el sano final de cualquier proceso de duelo, sin embargo, en el caso de la mujer gestante, el tiempo y la repercusión de sus emociones adquieren tintes particulares. Es apremiante acompañar el dolor de la mujer en clave terapéutica, considerando un posible eco de los hechos en la nueva vida. Y también hay que aceptar su propio ritmo sin perder de vista la realidad cercana del parto, lo que invita a trabajar de modo más intenso que en otros casos. Por eso, si la mujer está dispuesta, la terapeuta que la acompaña en ALAIA flexibiliza su disponibilidad -horaria y situacional- para incentivar la evolución personal de la afectada.
El duelo... duele
Pasar un duelo implica sentir dolor. Físicamente es posible que la mujer refiera insomnio, malestar, falta de apetito, cefalea, fatiga... y a nivel psíquico pueden aparecer falta de concentración, agotamiento, desmotivación, desinterés y otros estados emocionales negativos como tristeza, enfado, culpa... A lo largo de este año hemos podido comprobar que el método de acompañamiento de ALAIA resulta altamente eficaz pues, al compartir la propia experiencia con otras mujeres en idéntica situación se reduce la sensación de problema individual, se adquiere una liberadora normalización del suceso y se obtienen nuevas herramientas capacitantes.
En el duelo sano de la mujer embarazada ésta entra en contacto con sus emociones, las identifica, las expresa y, finalmente, las gestiona (autorizándolas o eliminándolas). En los encuentros de ALAIA se comparten inquietudes, temores y fantasías, aceptándose la expresión de cualquier pensamiento y sentimiento en un contexto de confianza y no-juicio, siendo la propia mujer la que va marcando sus propios límites en cada sesión: ella decide hasta dónde puede exponerse a su dolor, sin presiones. La experimentación de los propios sentimientos como válidos, aceptables y no desconcertantes para los oyentes tiene una relación directa con la solidez del proceso (a menudo en estas mujeres coexisten sentimientos altamente ambivalentes que pueden culpabilizarlas dada su vulnerabilidad). Por otro lado, aunque aún se requiere de más estudio, existen suficientes indicios para inferir que el estado emocional de una mujer en duelo alcanza también al feto, y la alteración del clima intrauterino puede afectar a la pauta neurocomportamental del bebé.
El bebé de la mamá en duelo
Tras el nacimiento se hace necesario desdoblar el foco de atención. La madre debe continuar elaborando su dolor -expresándolo y compartiéndolo- para que pueda llegar un momento en el que sienta que lo ha traspasado, y, al mismo tiempo, debe aprender a descubrir y atender las necesidades de su hijo. Sin prisa... pero sin pausa. Por eso, aunque su autonomía se resiente tras el parto, es importante que consiga espacios para continuar elaborando su pérdida, de forma individual si es preciso.
Cuando el bebé llega a un hogar como el que nos ocupa, no existe el escenario emocional ideal que describen libros y películas. Según especialistas en psicología perinatal y postnatal, el pequeño capta la tristeza, angustia, ira o rechazo de su madre durante estos meses y ello puede reflejarse en sus hábitos alimenticios, de sueño o vínculo. La calidad del vínculo madre-bebé se manifiesta en el sostenimiento de la mirada, la sonrisa, la solicitud de atención, el interés por señalar con el dedo índice, la ausencia de movimientos 'autotranquilizadores'...
En la actualidad de nuestro país resulta necesario que los profesionales de la salud –especialmente de Atención Primaria- se sensibilicen con las particularidades de esta realidad y amplíen sus conocimientos sobre las "somatizaciones en niños de riesgo desde el vínculo" -como las define el psicólogo Pascual Palau-. Desde ahí podrían cuidar de su sana evolución a corto, medio y largo plazo y proponer primeros acercamientos al problema, como las recomendaciones elaboradas por el psicólogo danés Niels Peter Rygaard para bebés de este perfil:
• El pequeño necesita tener un horario regular de descanso, baño, paseo, sueño... Su madre o cuidador debe ofrecérselo.
• Hay que asegurarle una buena alimentación. Si el bebé no muestra interés o atención en el alimento, puede dar resultado estimularlo acariciándolo antes de la comida. Además es bueno darle un suave masaje sobre sus labios y alrededor de la boca para ayudarle a suscitar un reflejo de succión.
• Es necesario mantenerle en contacto con el seno materno o sobre el cuerpo de la madre buena parte del tiempo. Es recomendable masajearle la espalda-cuello dulcemente durante varios minutos, 2-3 veces al día, de arriba a abajo. El balanceo, junto con las caricias, es el otro elemento de contacto básico para generar un vínculo sano con el bebé. En la primera etapa el contacto ocular con el bebé es muy importante pero el contacto cutáneo y de acunamiento quizás sean más destacables.
• Hay que estimularlo exagerando el lenguaje corporal normal, en gestos y voz. Cuando se le muestre una expresión al bebé o cuando se le hable hay que darle tiempo para que devuelva su reacción (hasta 30 segundos) antes de estimularlo de nuevo.
Según investigaciones del famoso neuropsiquiatra francés Borys Cyrulnik, una madre en duelo suele construir un mundo sensorial incoherente para el bebé, lo que se dejará sentir en la expresión de su humor preverbal: punzantemente irritable, acusadamente pasivo o asustadizo... Si, como es de preveer, el vínculo de apego entre la madre y el bebé ha sido afectado, más o menos, a causa del estado emocional de la gestante, la construcción psíquica del niño, en su base de seguridad, se resentirá. En este caso, cualquier 'fisura' resultará más difícil de reparar. Pero no podemos ser ingenuos porque como el propio Cyrulnik señala sólo 33 por ciento del total de las embarazadas posee una psique completamente sana (sin trastornos emocionales notables, ni patologías asociadas)
Así, cuando una madre en duelo está haciendo un trabajo emocional progresivo y constructivo pueden surgirle nuevos interrogantes del tipo: "Y a partir de ahora ¿qué puedo hacer?" "¿Crecerá mi hijo de modo normal o estará marcado por esta experiencia?" Acogiendo la incertidumbre y aproximándonos desde la humildad, en ALAIA recordamos lo que ciertos autores afirman respecto el duelo infantil: a largo plazo, sus efectos están más condicionados con la situación tras la pérdida, que con la pérdida misma. Por eso, cuando la madre alcanza a traspasar su propio dolor, ampliando su grado de 'permeabilidad', es el momento de  recrearse más con su hijo en las miradas dulces y acogedoras, las caricias abundantes, los besos aprobadores... porque éstos serán la mejor medicina para reconstruir la realidad y cimentar la experiencia de seguridad validante que el niño necesita para crecer sano y feliz
Para más información www.alaia-duelo.com.

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