lunes, 3 de marzo de 2014

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El 80% de los pacientes con Enfermedad de Parkinson puede desarrollar demencia



Madrid (04/03/2014) - Nuria Safont

El deterioro cognitivo leve supone un riesgo aunque no para todos los pacientes

La Enfermedad de Parkinson (EP) es mucho más que un trastorno del movimiento. Además de los síntomas motores existen otros igualmente incapacitantes. Es el caso del deterioro cognitivo, uno de los más prevalentes en esta patología, tal como ha explicado la doctora María Cruz Rodríguez-Oroz, neuróloga e investigadora Ikerbasque del Hospital Universitario Donostia y del Instituto bioDonostia, en un encuentro celebrado en Madrid con la colaboración de Lundbeck.
Este se debe a la propia progresión de la enfermedad. Su prevalencia es elevada, ya sea en su forma más leve -que afecta al 30 por ciento de los pacientes- o grave. De hecho, según estudios longitudinales, "el 80 por ciento de los pacientes con Parkinson puede desarrollar demencia a partir de los 10 ó 12 años de evolución de la enfermedad, siendo este riesgo unas seis veces mayor que el de la población normal. Su manifestación puede variar en función del inicio. Por ejemplo, si la EP se manifiesta en torno a los 60-65 años, el deterioro se puede detectar pasados los 70, al igual que en los pacientes con un inicio temprano", ha explicado la especialista. Por otro lado, los pacientes en los que la enfermedad aparece de forma más tardía (mayores de 60 años e incluso de 70) y de forma generalizada con cuadros de torpeza para la marcha e inestabilidad general suelen evolucionar más rápido hacia el deterioro cognitivo leve y la demencia.
Deterioro cognitivo leve y demencia
Se trata de dos entidades clínicas distintas y desde el año 2012 se cuenta ya con criterios diagnósticos del deterioro cognitivo leve, elaborados por un grupo de trabajo de la Movement Disorder Society. "Durante la fase del deterioro cognitivo leve el paciente empieza a tener problemas para desempeñar algunas tareas que se considerarían normales para una persona de su edad, su nivel educacional o que antes sí podía realizar. Estas alteraciones no son lo suficientemente intensas como para que el individuo pierda la autonomía y se encuentre demente", ha distinguido la doctora Rodríguez-Oroz. Este deterioro leve supone un riesgo de demencia, aunque no todos los pacientes evolucionen a ella. "No podemos saber quiénes van a desarrollar demencia pero parece que la presencia de alteraciones visuo-espaciales y en varios dominios cognitivos, así como hipometabolismo cerebral en determinadas áreas del córtex cerebral implica un mayor riesgo", ha indicado.
Mejora de la función cognitiva
En cuanto al tratamiento de la demencia en estos pacientes, la experta en Neurología ha apuntado a un único fármaco aprobado y que ha demostrado tener una superioridad frente a placebo: la rivastigmina. Este medicamento, perteneciente al grupo de los inhibidores de colinesterasa, reduce la actividad de la enzima que degrada la actividad de la acetilcolina, el neurotransmisor específico en las sinapsis del sistema nervioso somático (SNS) y en relación a los procesos cognitivo. "Se utiliza para tratar la demencia en personas con Alzheimer y se ha observado mejoría en la función cognitiva durante un tiempo en pacientes con Parkinson al aumentar los niveles de acetilcolina en el cerebro, muy reducidas en estos pacientes".
En cuanto a la expectativa que han podido generar las terapias celulares, la doctora se muestra escéptica ya que "podemos realizar el trasplante, pero no sabemos cómo reponer la función de las células, sinapsis, etc.".
Retos en la calidad de vida
A pesar de la elevada prevalencia conviene destacar que es posible mejorar o retrasar el deterioro cognitivo mejorando la calidad de vida. En este sentido, la doctora ha señalado que las modificaciones en los hábitos que debe realizar cualquier persona sana, son muy significativas en pacientes con EP. Por ejemplo, prevenir la obesidad, la diabetes, los factores de riesgo vascular, realizar ejercicio físico así como cuidar el estado emocional pueden ser determinantes para la autonomía tanto física como cognitiva del paciente. "Todos estos puntos son básicos puesto que su enfermedad condiciona su movilidad. Ganar peso, por ejemplo, complicará la evolución, los problemas de la marcha, equilibrio, fracturas, artrosis de rodilla, etc.", ha recordado. Asimismo, "el ejercicio físico les permitirá entrenar todos los músculos y tendrán mayor capacidad para controlar su equilibrio y balance.  Por último, el apoyo de un fisioterapia, la lucha contra la sensación de rechazo de la enfermedad, buscar ayuda en las asociaciones, así como leer, estimularse intelectualmente, y acudir a talleres de estimulación cognitiva deben plantearse al paciente desde el inicio de su tratamiento farmacológico", ha concluido.

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