Es un enlace posible entre el arte y la salud

La musicoterapia busca habilitar en los sujetos el juego con la música, el cuerpo, el sonido, la voz, los instrumentos musicales. Esta materia prima que hace de trama a los encuentros permite gestar versiones alternativas expresivo-comunicativas, con la valiosa posibilidad de dejar sus huellas en eso que allí suena.

Por:
Ximena Perea

Eso coloca al sujeto en una posición de hacedor, de productor de su propia música. Desde lo identitario de la disciplina, diríamos que un musicoterapeuta reconoce en un hecho musical colectivo un aporte hacia un proceso saludable. Reconoce la potencia de la producción activa de discurso sonoro y corporal en la improvisación, como una práctica de libertad, al posibilitar imprimir allí sus propias reglas de configuración. El espacio co-construido del encuentro tiene la particularidad de contener las voces individuales, en una construcción inevitablemente original y colectiva. Es allí donde el arte pone en cuestión las formas preestablecidas de producción de discurso, y permite un enlace con la concepción de saludable de cada quien. Lo que suena se corre de lo directivo y el acto de creación será producción estética singular, posibilitando procesos saludables en los que lo estático que produce sufrimiento puede producir movimientos hacia lugares alternativos, estéticos. Resulta fundamental que quienes la propicien hayan recibido la formación como musicoterapeutas. La musicoterapia propone una escucha sensible, desde la cual crear vínculos capaces de alojar una mirada despatologizante del sujeto y su contexto, y es además una práctica reflexiva que reconoce la potencia de los sujetos y los grupos, de construir y sostener sus propios procesos saludables.