miércoles, 10 de julio de 2013

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Exceso de líquido cefalorraquídeo y tamaño ampliado del cerebro en la infancia, posibles biomarcadores del autismo


Madrid (11/07/2013) - Redacción

Según un estudio realizado por un equipo multidisciplinario de investigadores del Instituto Davis MIND de la Universidad de California

Los niños que más tarde fueron diagnosticados con trastorno del espectro autista tenían excesivo líquido cefalorraquídeo y cerebros agrandados en la infancia, según detectó un estudio realizado por un equipo multidisciplinario de investigadores del Instituto Davis MIND de la Universidad de California, aumentando la posibilidad de que las anomalías cerebrales puedan servir como biomarcadores potenciales para la detección precoz del trastorno del desarrollo neurológico.

El estudio, publicado en Brain, es el primero en seguir la trayectoria de crecimiento del cerebro desde la infancia en los niños que posteriormente desarrollan autismo y el primero en asociar el líquido cefalorraquídeo excesivo durante la infancia con autismo. "El desarrollo temprano del cerebro y elevado fluido extra axial en los niños que desarrollan trastorno del espectro autista", según los autores de la investigación.

"Este es el primer reporte de una anomalía cerebral infantil asociada con el autismo que se puede detectar mediante el uso de la resonancia magnética (RM) convencional estructural", dijo el director del Instituto MIND de Investigación, David Amaral, quien codirigió el trabajo.

"Este estudio plantea la posibilidad de desarrollar un método muy temprano de detección de trastornos del espectro autista. La detección temprana es fundamental, ya puede disminuir los problemas cognitivos y de comportamiento asociados con el autismo y puede dar lugar a resultados más positivos a largo plazo para el niño", afirmó Amaral.

El estudio se realizó en 55 niños de entre 6 y 36 meses de edad, 33 de los cuales tenían un hermano mayor con autismo y 22 niños de los bebés sin antecedentes familiares de la enfermedad. La anomalía cerebral se detectó significativamente con mayor frecuencia en los niños de alto riesgo que más tarde fueron diagnosticados con autismo entre los 24 y 36 meses.

Investigaciones anteriores de Sally Ozonoff, profesor en el Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento, quien codirigió el estudio, han demostrado que el riesgo de autismo es casi 20 veces mayor en los hermanos de niños con autismo que en la población general. Los centros de Estados Unidos para el Control y la Prevención de Enfermedades pone la incidencia global del autismo en 1 de cada 88.

El líquido cefalorraquídeo excesivo y el volumen del cerebro ampliado se detectaron midiendo periódicamente el crecimiento y el desarrollo utilizando imágenes de resonancia magnética (IRM) del cerebro de los bebés, además de evaluar regularmente su desarrollo cognitivo, social, la comunicación y el desarrollo motor. Tanto los niños con alto y bajo riesgo fueron sometidos a sus primeros escáneres de IRM entre los seis a nueve meses y la segunda resonancia magnética se les hizo cuando tenían entre 12 y 15 meses de edad, siendo la tercera a los entre 18 y 24 meses. Las imágenes de resonancia magnética se llevaron a cabo mientras los niños dormían, sin necesidad de sedación o anestesia.

A los 6 meses, los investigadores comenzaron las evaluaciones conductuales intensivas de desarrollo de los bebés. Sus padres también completaron periódicamente cuestionarios acerca de los comportamientos de sus bebés y estas pruebas se llevaron a cabo hasta que los bebés tenían de 24 a 36 meses de edad, cuando cada niño fue evaluado con trastorno del espectro autista, otros retrasos en el desarrollo o el desarrollo típico.
Además de los diez niños diagnosticados con autismo, el 24 por ciento de los de alto riesgo y el 13,5 por ciento de los recién nacidos de bajo riesgo fueron clasificados con otros retrasos en el desarrollo. El 45,5 por ciento de los de alto riesgo y más del 86 por ciento de los bebés de bajo riesgo se comprobó que estaban desarrollándose normalmente.

Los investigadores encontraron que entre los seis y nueve meses de edad, los niños que desarrollaron autismo tenían niveles elevados de líquido cefalorraquídeo en el espacio extra axial por encima y alrededor del cerebro, y que los niveles de los líquidos se mantuvieron anormalmente elevados entre los 18 a 24 meses de edad. Cuanto más líquido había durante la primera infancia, más grave eran los síntomas del autismo del niño en el momento del diagnóstico, según el estudio.

En los niños a los que se les diagnosticó con autismo, el volumen extra axial fluido fue, en promedio, un 33 por ciento mayor entre los 12 y 15 meses y el 22 por ciento superior entre las edades de 18 a 24 meses, en comparación con los niños de desarrollo típico. Entre los seis y nueve meses, el volumen de fluido extra axial fue un 20 por ciento mayor en comparación con los bebés de desarrollo típico.

El estudio también proporciona la primera evidencia de la ampliación de la IRM cerebral en el autismo antes de los 24 meses. Los niños en el estudio con diagnóstico de autismo tenían, en promedio, volúmenes cerebrales un  7 por ciento mayores a los 12 meses, en comparación con los niños de desarrollo típico.
El líquido extra axial excesivo y el volumen cerebral ampliado fueron detectados por imágenes del cerebro antes de que aparecieran los evidentes signos conductuales del autismo, aunque la causa se desconoce, según Amaral.

"Es muy importante entender con qué frecuencia este hallazgo cerebral está presente en los niños que no desarrollan autismo también --dijo Ozonoff--. Para que un biomarcador sea útil en la predicción de los resultados del autismo, queremos estar seguros de que no produce un nivel inaceptable de falsos positivos".
"Si este hallazgo de niveles elevados de líquido extra axial se replica en una muestra más amplia de niños que desarrollan autismo y se distingue con precisión entre los niños que no desarrollan autismo, tiene el potencial de convertirse en un biomarcador no invasivo que podría ayudar en la detección temprana y en última instancia mejorar los resultados a largo plazo de estos niños a través de la intervención temprana", concluyó Mark Shen, estudiante graduado de la UC Davis y autor principal del estudio.

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