viernes, 8 de marzo de 2013

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La HTA no tratada está asociada a un mayor riesgo de demencia

Valencia (08/03/2013) - Redacción

• La ausencia actual de tratamientos curativos para la demencia justifica la necesidad de una prevención efectiva

• La SEH-LELHA recomienda hacer ejercicio físico y mental y mantener una actividad social de manera frecuente, pautas que, unidas a un correcto control y seguimiento de las cifras de presión arterial, ayudan a detener la progresión de la enfermedad



La hipertensión arterial no tratada puede provocar importantes daños en el cerebro y parece estar asociada a un mayor riesgo de demencia o deterioro cognitivo leve, un trastorno que se caracteriza por dificultades en el pensamiento y aprendizaje. Tal y como ha explicado el doctor Jesús Hernández Gallego, médico adjunto del Servicio de Neurología del Hospital Universitario 12 Octubre de Madrid y profesor de la Universidad Complutense de Madrid durante la 18ª Reunión Nacional de la Sociedad Española de Hipertensión y la Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial (SEH-LELHA), "tener las cifras de presión arterial elevadas de forma persistente incrementa la aparición de demencia y aumenta entre dos y cinco veces la posibilidad de sufrir un ictus".

Un estilo de vida saludable y los tratamientos antihipertensivos desarrollados en los últimos años han permitido controlar mejor la enfermedad, disminuir el riesgo de ictus e igualarlo al de la población general. No obstante, todavía es una causa muy importante de accidente cerebrovascular y deterioro cognitivo. "Si podemos prevenir y tratar la hipertensión de manera que se reduzca la posibilidad de padecer demencia, posiblemente disminuya también el número de casos de enfermedad de Alzheimer. La ausencia de tratamientos curativos para estas patologías justifica aún más la necesidad de llevar a cabo una prevención efectiva", subraya el doctor Hernández.

La hipertensión daña el cerebro por tres mecanismos distintos: uno de ellos se basa en que las cifras altas de presión pueden afectar a los pequeños vasos cerebrales, causar más arterioesclerosis y provocar un trombo que produzca un ictus de tipo isquémico. Otro motivo es que la elevación mantenida de la presión arterial en los vasos sanguíneos favorece la aparición de microaneurismas y, como consecuencia, se rompen, sangran y provocan una hemorragia cerebral. El tercer mecanismo es la propia hipertensión, un factor de riesgo para el desarrollo de fibrilación auricular, una arritmia muy frecuente. La fibrilación auricular es culpable de muchas embolias cerebrales, ya que provoca que se desprenda un trombo del fondo del corazón y vaya al cerebro.


Las personas que controlan su presión arterial en la edad adulta tienen menos riesgo de desarrollar demencia en la vejez. "Diversos trabajos, como el Estudio de Framinghan, -comenta el doctor Hernández-, han demostrado que la hipertensión no tratada se asocia directamente a más demencia en ancianos. En nuestro país, el estudio de cohorte poblacional de ancianos NEDICES (Neurological Disorders in Central Spain) integrado por más de 5.000 participantes y liderado por el profesor de la Universidad Complutense de Madrid Félix Bermejo Pareja, jefe de Servicio de Neurología del Hospital 12 de Octubre de Madrid, ha puesto de manifiesto que los ancianos hipertensos no tratados desarrollaron más demencia en general y demencia vascular en particular, y estuvieron más próximos a desarrollar Alzheimer".

La edad es el factor de riesgo más importante de enfermedad cerebrovascular, pero es inalterable. "Ahora bien, hay otros factores de riesgo modificables, como la hipertensión: se ha demostrado que está altamente relacionada con el desarrollo de un ictus o una enfermedad cerebrovascular. La mayoría de personas que ingresan por un ictus son hipertensas", insiste este experto.

En los últimos años ha crecido el interés sobre el deterioro cognitivo leve, especialmente como una posibilidad de identificación del Alzheimer en sus primeras fases y como una diana para el tratamiento y la prevención de esta enfermedad neurodegenerativa. En esta misma línea, al menos un 5-7 por ciento de las personas de más de 65 años presenta una demencia. Dicha cifra se incrementa de forma progresiva hasta alcanzar un 30 por ciento de las personas a los 80 años de edad y un 50 por ciento por encima de los 90 años.

"El porcentaje de personas hipertensas aumenta de manera drástica a partir de los 60 años, pasando del 25-30 por ciento en adultos al 65-70 por ciento en ancianos. El resultado es una persona jubilada con hipertensión leve persistente no tratada, que desarrolla fallos de memoria que no percibe -pero sí su familia- y que a lo largo de un año inicia además fallos de lenguaje, ejecución motora y rinde menos en conocimiento adquirido. Este tipo de perfiles son los que debemos tratar", señala el doctor Hernández.

Desde la SEH-LELHA se recomienda en primer lugar tratar la hipertensión correctamente, evitar otros factores de riesgo vascular, hacer ejercicio físico y mental y mantener una actividad social de manera frecuente. "Además", añade el doctor, "apostamos por la detección de casos mediante evaluaciones neurológicas con screening de deterioro cognitivo. Con la enfermedad de Alzheimer ya diagnosticada solo cabe plantear anticolinesterásicos o memantina durante algunos años para tratar los síntomas y, en la parte no farmacológica, se valora positivamente la asistencia a centros de día: los pacientes se fortalecen física y cognitivamente, se evita el aislamiento y se consigue un impacto directo en el estado de ánimo y la depresión, entre otros beneficios", concluye.

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